domingo, 12 de diciembre de 2010

NUEVOS DESVARÍOS

¿PARA CUÁNDO LA VERDAD SOBRE EL ASESINATO DE COUSO Y SOBRE LA MASACRE DE LOS SAHARAUIS?

Leo en algunos lugares que lo que le falta a este país es educación. En otros sitios se incide en que a las personas les falta cultura para posibilitar un cambio de mentalidad generalizado, evidentemente con la finalidad de que todos pensemos como quiere el que sostiene el argumento de la falta de cultura , que, como se ha dicho, parece ser el germen de todos los males del mundo mundial (este argumento es usado igualmente por neoliberales y personas cuya ideología es diametralmente opuesta). Si seguimos hurgando en las proclamas de pensadores varios se puede encontrar todo tipo de recetas de carácter absoluto con la única finalidad de mejorar nuestra sociedad. Eso sí, si rascamos un poco en el mensaje se podrá observar que tales ideas denotan un desprecio, voluntario o no, hacia el resto de personas que no piensan como el defensor de tales diatribas evangelizadoras.
A este humilde bloguero le hacen mucha gracia, en algún caso le dan pena, estos ideólogos de la uniformidad de pensamiento. Parece ser que todo el mundo debe aspirar a seguir doctrinas absolutas de cualquier iluminado que pretenda arreglar el mundo. No dudo de que muchos actúan de buena fe, pero, claro, con tanto profeta de la bondad social absoluta, con mensajes contradictorios en muchos casos, uno se pregunta: ¿cuál de ellos es poseedor de la verdad desnuda? 
Desde mi modesto punto de vista, de opinador diario con certezas sobre ciertos aspectos y dudas sobre otros muchos, no existen las recetas mágicas (no las poseen ni tan siquiera Eufemiano Fuentes y Marta Domínguez). Lo más que podemos encontrar es respuestas a cuestiones que van viajando, bien de manera permanente, bien de manera accidental, con nosotros durante nuestro periplo vital.
Es cierto que poseer una interpretación del mundo basada en unos ideales explícitos, es decir previamente madurados y organizados, ayudarán a la hora de comprender y reaccionar ante los hechos externos que se nos presentan, básicamente porque nos permitirán desarrollar un argumentario sólido respecto a estos acontecimientos, no basados en percepciones o en, exclusivamente, reacciones viscerales, que, desde mi modesto punto de vista, en cierta forma tampoco han de ser despreciadas (no me refiero con visceral a pegar una paliza a un árbrito de fútbol, más bien apelo a ciertos sentimientos: amor, rabia, solidaridad... que bien encauzados pueden actuar como motor de actuaciones posteriores).
Pero no, no existe la isla de Utopía, donde todo estaba atado y bien atado, entre otras cosas porque cada persona es su propia utopía. El que pretenda que todos pensemos exactamente igual o de manera muy parecida está perdiendo el tiempo, su tiempo, en pos de una quimera.
En este mundo de acciones heroicas y rastreras, que pueden ser realizadas por la misma persona con una diferencia de minutos u horas, es absurdo poseer verdades absolutas que deben ser transfundidas al resto de personas. Considero mucho más práctico aportar argumentos. Argumentos bien cimentados que permitan, si no convencer al interlocutor (a veces se puede hacer) al menos ganarte su respeto y, por qué no, sembrar la semilla de la duda en el mismo.
También creo que no es malo mostrar la ignorancia sobre ciertos temas. Es más honesto con uno mismo y con los que te rodean. No es necesario saber de todo o de casi todo, Leonardo Da Vinci murió hace cinco siglos. Para mi es un placer hablar y, sobre todo, preguntar a personas que dominan un tema del que yo no tengo ni repajolera idea. Me ayuda a conocer realidades alejadas de mi vida y formarme una idea más amplia del mundo al que pertenezco.
En resumen: no creo en ideas absolutas, muchas de ellas cimentadas en conceptos genéricos y huecos. Sin embargo creo en ciertos principios rectores, ideas fuerza, que te ayudan a interpretar  y a argumentar sobre los acontecimientos que suceden y, por supuesto, creo en la curiosidad y en las ganas de aprender, escuchando a los demás.
Tras esta entrada, trufada de filosofía barata, sólo me queda despedirme.
Un saludo.

No hay comentarios: