martes, 19 de abril de 2011

LA LECCIÓN DE TELEFÓNICA

Pérdida de derechos laborales, jubilación más tardía, posiblemente, casi seguro, salario ligado a productividad, recortes, congelación de pensiones, bajadas de sueldos a los funcionarios, recorte en el gasto público en servicios esenciales... Todo, eso dicen, para que la economía funcione, por el bien del país. Sin embargo, la mayor multinacional española, Telefónica (que era de todos y que se vendió por cuatro duros), nos muestra como todo es una falacia a mayor gloria de los poderosos. Contra la pretendida necesidad de atrasar la edad de jubilación, esgrime la necesidad de prejubilar a una buena parte del 20% de su plantilla, de la que quiere prescindir en tres años. Ante la necesidad de crear, al menos de mantener, empleos en un país donde el índice de paro ronda el 20%, la multinacional de las telecomunicación arguye la imperiosa urgencia de reducir su plantilla. La última propuesta, ligar salarios a productividad, se supone que cobrar más si la empresa obtiene mayores dividendos a fin de año, es desmontada, igualmente, por la empresa dirigida por Alierta. La idea de los directivos de Telefónica es repartir dividendos entre los accionistas, normal, y subir los bonus, las primas, que reciben los altos ejecutivos de dicha empresa, no tan normal. Todo ésto sería asumible si Telefónica hubiera entrada en números rojos, pero no, al contrario, sus ingresos, y sus beneficios, siguen aumentando año tras año.
La realidad nos ha golpeado, de nuevo, con brutal contundencia. Todas las medidas económicas, antisociales es una palabra más correcta, hasta el momento han mostrado su ineficacia, excepto para calmar a lo que se llama Mercados???, por lo menos por el momento. Evidentemente, lo que conocemos como Mercado está constituido por bancos y fondos de inversión, causantes de la crisis, que no desean que nada cambie y si ha de cambiar, ha de ser para que ellos obtengan mayores ventajas. Estas ventajas consisten en dos aspectos:
 1. Fiar todo a la empresa privada ( que, sobre el papel, funciona tan bien, como hemos podido comprobar en el origen de la crisis), esclavizando a todos los ciudadanos mediante la asunción, voluntaria o no, de sus tesis. De paso han buscado, y conseguido, la disminución de la capacidad decisoria de los ciudadanos en todo lo referido a la política. La falacia de que lo privado funciona mejor que lo privado lo pudimos comprobar con las medidas privatizadoras que impulsaron personajes como Thatcher y seguidores. Privatiza la red ferroviaria, automáticamente baja, escandalosamente, la calidad de los servicios de una de las empresas más eficientes del mundo. Privatiza correos, con un resultado tan desastroso que ha de volver a ser un servicio público. ¿Mejor gestión? Parece que no siempre ocurre así. Más barato para el ciudadano, otro de los eslóganes que nos venden como fruto de la gestión privada, veamos como no siempre es así. En Madrid se crearon hace unos años unas autopistas de pago, las radiales. Algunas de ellas no consiguen sacar dinero suficiente para amortizar los gastos, solución: subida de precios por usar dichas vías, eso sí con el beneplácito del gobierno. Podríamos ahondar en el tema de las eléctricas, a las que Aznar dio un pastizal del dinero de todos, creo que un billón de pesetas, para que no subieran el precio de la electricidad. Resultado, se han quedado con el dinero de todos y nos están friendo con continuas subidas. Las petroleras, tres cuarto de lo mismo.
2. Eliminar competencia. Aunque pudiera parecer lo contrario la mayor competencia de las grandes multinacionales es la empresa, que, en multitud de ocasiones, muestra ser más competitiva que la empresa privada, que fía todo a reducir costes laborales, no a una mejor calidad de los servicios. El ejemplo paradigmático lo observamos en la sanidad. La sanidad estadounidense, privada en su mayoría, tiene unos costes para el usuario mayores, con gran diferencia, que la sanidad pública española, considerada como una de las mejores del mundo (a pesar de que deba mejorar en ciertos aspectos). La educación es otro ejemplo y, ¡sorpresa!, esta vez volveré a EE.UU. Una de las mejores universidades de dicho país, hermanada con Harvard, es la de Connectica (creo que se escribe así). Dicha institución educativa, una de las más afamadas del país, es pública. Sigamos con otro ejemplo, éste de gestión. La banca islandesa era púbica, tras privatizarse tardó menos de un lustro en quebrar. La idea es eliminar la competencia de la empresa pública, en muchos casos infinatemente más eficiente que la privada,  con el objetivo de que la gestión de la privada no pueda compararse con otro tipo de gestión, en muchos casos más eficaz y, por qué no decirlo, que trata a los trabajadores como seres humanos.
Pero, volvamos al tema de Telefónica.
Más claro no puede escribirse la realidad, lo que es indispensable, al menos en teoría, para el buen funcionamiento de la economía pública, no sirve para la empresa privada, para la gran empresa privada, que hace de su capa un sayo, en nombre la competencia y de la libertad de mercado. Pero la libertad de mercado, tal como la entienden sus paladines, presenta una cuestión que atenta contra ella: los errores o, como en el caso de Telefónica, sus decisiones para mejorar nos cuestan a todos un ojo de la cara. Cuando se ha de rescatar un banco o pagar las prejubilaciones el dinero sale de los impuestos del ciudadano, no del banquero o de Alierta y sus compinches, que, como ya se dijo, se han aumentado el sueldo sustancialmente. ¿Eso es libre mercado? Para ellos sí, para los ciudadanos que pagamos el pato, a los que se nos ha criminalizado, no. Pero hay más. Los recortes de todo tipo que hemos, y estamos, sufriendo originalmente tienen una doble finalidad, equilibrar las arcas públicas y que funcione la empresa privada. Ambas cuestiones son una falacia más.
Las arcas públicas son deficitarias, lo cual no es malo per se, siempre que el déficit no sea del 10% año tras año (de hecho EE.UU., Japón o Italia tienen un déficit de más del 100% y figuran entre las mayores potencias económicas del mundo), entre otras cosas porque parte de nuestro dinero se ha ido, y se va, en pagar prejubilaciones, concretamente el paro de los prejubilados, de bancos y multinacionales. Los EREs de industrias que se han beneficiado de cuantiosas  subvenciones y, pasado el período obligatorio de permanencia, han practicado este tipo de figura, el expediente de regulación de empleo, aún teniendo trabajo (conozco un par de ejemplos) tampoco ayudan mucho a sanear la economía. El dinero que ha habido que anticipar a entidades bancarias y cajas (, me da igual que se devuelva con interés, el dinero lo necesitamos los ciudadanos ahora) es otro ejemplo que ilustra como parte del déficit se ha generado por la mala gestión de entidades que defienden, con un punto importante de hipocresía, unas cuentas públicas equilibradas. Me viene a la memoria, siguiendo con este aspecto, como las grandes empresas de construcción presionaban al gobierno, más concretamente al gallego manipulador que ejerce de ministro del ramo, para que el dinero de todos se siguiera invirtiendo en obra pública (lo cual no me parece mal, pero algunos de esos mismos empresarios, que clamaban al cielo por los recortes, se reunieron con Zapatero y defendían, curiosamente, un recorte en el gasto público). 
Respecto al otro punto, que funcione la empresa privada, teóricamente para crear empleo, Telefónica nos ha ilustrado al respecto. Lo de crear empleo, aún en períodos de bonanza, no va con los intereses de las empresas, cuyo objetivo es ganar dinero, que ha de ser repartido, primero entre los directivos y, después, entre los accionistas. Lo de los trabajadores es harina de otro costal. 
Las medidas tomadas para que se reactive la empresa privada, que han afectado, especialmente, a los derechos del trabajador, no sólo no han servido para nada, su efecto real ha sido el aumento del paro y la mayor arbitrariedad, mayor dictadura, del empresario en el trato hacia el trabajador. 
Respecto a la necesidad de aumentar la edad de jubilación, la multinacional de las telecomunicaciones, nos ilustra sobre el camino. Lo que sirve para el común de los mortales, no es útil para los útil para los intereses de las grandes empresas (la cuestión de las prejubilaciones no es patrimonio exclusivo de la empresa española, o de donde sea, los bancos son otros grandes expertos en este tema), en caso de necesidad, de necesidad para ellos, todos hemos de plegarnos a las necesidades de dichas multinacionales, aunque sus actuaciones contradigan lo que defienden en otros momentos, especialmente cuando se refieren a las cuentas públicas.
Telefónica nos ha dado una gran lección: todo es un gran engaño, a mayor gloria de los teóricos del neoliberalismo. Un engaño en que los ciudadanos somos rehenes. Rehenes de unos gobiernos corruptos, corruptos moral e ideológicamente, de unos medios de comunicación, que no de información, que transmiten, exclusivamente, una visión del tema acotada a los intereses de sus dueños, de unos sindicatos, carentes de representativad, ellos han hecho mucho para conseguir este estatus, que, de la misma manera, se han vendido a los intereses de los que manejan la economía y de unos gestores de la empresa privada, capaces de cualquier cosa por aumentar sus ingresos. 
En este sentido Telefónica ha funcionado como la primera edición de Operación Triunfo, en ambos casos nos demostraron como se manipulan las cosas para que los que manejan el dinero consigan lo que quieren: vendernos su moto y ganar cada vez más dinero. En el caso de la multinacional, nos muestra como todo lo que nos han vendido como una verdad irrefutable es una falacia, construida para que los dirigentes de grandes empresas, así como los grandes inversores, vivan a cuerpo de rey y, si es posible, cada vez mejor. En el segundo caso, nos mostraron como la música que llega a nuestros oídos es un gran montaje, no importando, ni tan siquiera, que el tipo que triunfa, fruto de una campaña publicitaria salvaje, sea el que mejor cante. Lo que importa es inundar el mercado con unos tipos, que hasta estéticamente son un montaje, y que perpetran un tipo de música repetitiva sin mayores pretensiones, ni tan siquiera estéticas, que las de forrarse.
En ambos casos, se observa como el uso de publicidad, una a través de los medios de comunicación afines y en el segundo caso a través de un programa televisivo, nos intenta vender una realidad falsa y limitada a los propios intereses.
Para no acabar con mal sabor de boca, dejo esta parodia, relacionada con el tema, que me ha parecido desternillante y define el estado de las cosas, con humor y un punto de mala leche.


Un saludo.

1 comentario:

isabel lagar dijo...

Me parto con el vídeo.Muy apropiado.

Besos