lunes, 8 de noviembre de 2010

SI VA A EXISTIR LA TELEVISIÓN DE CALIDAD

Siento fascinación por todo lo relacionado con el funcionamiento del cerebro, tal  vez esa sea la explicación de mi debilidad por el autismo. Ayer tuve ocasión de disfrutar de un magnífico programa en la 2, que me resultó muy atractivo y, ante todo, cautivador, por tratar dicho asunto.
El programa en cuestión: Redes 2.0. El presentador: Punset, uno de los hombres más imitados por los humoristas españoles. El tema: neurociencia, concretamente la posibilidad de modificar ciertos aspectos patológicos, mediante la implantación de electrodos en áreas determinadas del cerebro. Así dicho, debo reconocerlo, suena muy fuerte: implantar electrodos para modificar aspectos de la vida en las personas. Tal vez, sea mejor explicar lo que mostraba el programa, para comprender de que se trataba realmente.
Durante la conversación que Punset mantenía con el invitado, un neurocientífico de una universidad canadiense, éste último intentaba explicar el funcionamiento de un sistema utilizado para paliar el efecto de algunas patologías, especialmente Parkinson, sobre las personas.
Tal vez, antes de seguir, sea conveniente describir como funciona el sistema. 
A individuos, para los que la medicina "convencional" ya ha agotado todos sus recursos, se les practica una intervención que consiste en buscar en su cerebro la zona que, por ejemplo, provoca los movimientos incontrolados del Parkinson. Una vez localizada este área, con la colaboración de la persona intervenida que está despierta, se procede a implantar un electrodo, que actúa estimulando la zona responsable del problema. Este electrodo se ubica en el interior de la cabeza de la persona. Mediante un cable que llega a la clavícula, que va por debajo de la piel del paciente, se conecta a una batería, que radica en la zona clavicular (también por el interior). Esta batería puede ser modulada en intensidad, para variar la potencia de las de la electricidad que llega al electrodo, y, por supuesto, detenida, sin tener que ser extraída.
Realmente, los resultados que mostraban en un paciente de Parkinson eran fascinantes. Elimanaban por completo los movimientos incontrolados, facilitando que el individuo pudiera llevar una vida "normal".
Este tipo de intervención ha sido practicada a unas 80.000 personas, con un éxito de más de un 90%. En España, creo recordar que en Barcelona, también se practica.
Punset, a pesar de sus imitaciones un tipo genial en muchos aspectos, inquirió a su interlocutor sobre la moralidad de este tipo de intervenciones, que varían o pueden variar, al menos en teoría, algo tan esencial como el comportamiento humano.La respuesta del neurólogo que trabaja en Canadá fue de chapeau.
Primero, este tipo de prácticas se hacen con personas que no han encontrado respuesta a sus problemas a través de otro tipo de tratamientos médicos y, por supuesto, con el consentimiento de estas personas.
Segundo, más importante, el neurocientífico narraba un caso que espero haga pensar al lector sobre el asunto y, de paso, ayude a desmitificar ciertas historias sobre la manipulación de la mente. El invitado del programa narraba como esta técnica se había utilizado con una persona con obesidad mórbida.
Los resultados tras la intervención eran excelentes, había adelgazado 20 kilos en, creo recordar, dos meses. Sin embargo, el paciente pidió que se le desconectara el electrodo, quería seguir disfrutando de la comida, su cuerpo (su cerebro más bien) se lo pedía. Por supuesto, se atendieron las demandas de esta persona y, como era de esperar, volvió a engordar.
Pero este aspecto, que puede parecer nimio, no lo es, en absoluto. Con esta demanda queda bien claro que por un lado están nuestras funciones cerebrales relacionadas con el funcionamiento general. Es decir, en determinada área podemos localizar el apetito, los movimientos, la palabra, etc. Sin embargo, el centro del placer se localiza en otro lugar y, aunque tengamos limitados ciertos aspectos de nuestro funcionamiento que nos pueden ayudar, teóricamente, a tener una vida mejor, nuestro cerebro puede considerar que esos cambios no son gratificantes para nuestra persona y recharzarlos. Es como si tuviéramos obligación de ir a misa, por que nuestros padres nos obligan, pero a nosotros nos apetece jugar en el parque con nuestros amigos. Una cosa es lo que hacemos y otra lo que pensamos de ello.
Por tanto, intervenir sobre un área del cerebro no significa anular nuestra voluntad, ni nuestra forma de pensar.
Esto es, en resumen, lo que vi ayer y lo que me fascinó.
Aprovechando que estamos hablando del funcionamiento del cerebro, hace unos días puede ver un vídeo, fantástico, realizado por un padre, dibujante, que tiene una hija con autismo. Recomiendo al lector que dedique cinco minutos para verlo, comprenderá mucho mejor lo que yo, torpemente, con palabras intenté expresar. El enlace es:


Un saludo.

1 comentario:

Martys dijo...

Es fascinante lo de la estimulación cerebral profunda, el año pasado cuando estudiaba el sistema nervioso nuestra profesora nos comentó que en una ocasión le realizaron esta técnica a una persona que había sufrido una lesión cerebral que le había dejado en estado de baja conciencia pudo volver a recuperar el habla y comenzó poco a poco a realizar otra serie de funciones,también nos comentó que sobre todo lo utilizaban en personas con enfermedad de parkinson que no respondían a tratamientos e incluso se estaba estudiando con personas que tenían migraña.

En cuanto al vídeo de María, me lo enseñó mi hermana el otro día, está genial la verdad. Un besote, ¡nos leemos!