miércoles, 24 de noviembre de 2010

EL ESTADO DE LAS COSAS

A usted lo que le pasa es que tiene un problema hepático, con un tratamiento farmacológico en unos meses como nuevo.
Mire usted, su caso es claro. Una septicemia le está causando todos esos síntomas, ingreso inmediato y que sea lo que Dios quiera.
Lo que necesita es tranquilidad, lleva un ritmo de vida muy acelerado y un poco de descanso no le vendría mal para que todo lo suyo desapareciera.
Su problema consiste en que está pensando todo el día en su problema. Diviértase y olvídese de todo.
Esto podían ser cuatro visiones médicas de la problemática de un mismo paciente y las soluciones propuestas para solucionar los males que le aquejan.
¿Realidad? ¿Ficción? Que más da. El paciente no existe, al menos que yo sepa. Miento, el paciente existe y se llama economía y los diagnósticos también existen, pero no los hacen profesionales de la medicina, los realizan profesionales de..., profesionales de la rapiña y de la desinformación. Vuelvo a equivocarme, o a no aportar la información correcta. El paciente existe y se llama todos nosotros, los ciudadanos de a pie. En lo de los profesionales no miento, son eso, profesionales de la rapiña y la desinformación.
¿Por qué digo lo que digo? Obviamente, por lo sucesos de los últimos días, que quiero analizar con tranquilidad y un poco de mala leche.
Este guirigay que llaman economía aporta un montón de hechos y noticias jugosas, tristes y casi cotidianas que tienden a sumirnos en la confusión. Lo de la confusión no es baladí. Se trata de una estrategia. De la estrategia del miedo, de la indefensión tendente a que cedamos nuestros derechos como ciudadanos a un dios omnipresente, ante él que tenemos que postrarnos sin más. Tenemos que arrodillarnos ante él por que lo dicen unos autonombrados sacerdotes de esta religión llamada economía. Pero cuidado, no todos los economistas son sacerdotes de esta religión. Sólo están ungidos del privilegio sacerdotal aquellos profesionales de la economía??? que dicen lo que quieren oír unos pocos, los que manejan el dinero y con los que manejan el dinero no me refiero a la panadera o al frutero, obviamente. 
Analicemos un poco como surge todo este embrollo, a veces es bueno volver al principio de las cosas para poder comprenderlas en conjunto.
Hace algo más de dos años, se empiezan a observar síntomas raros en la economía,;naturalmente, los primeros en darse cuenta no fueron los sacerdotes de la economía. Ese honor (al menos en España) le cupo a ciertos autónomos, a algunos trabajadores de la construcción y, en general, a la gente que no sabe mucho de macrocifras. Algo estaba pasando, el dinero no fluía como antes y empezaba a ir más gente que de costumbre a las obras buscando trabajo.
¿Qué decía la casta sacerdotal al respecto? Nada de nada. 
De repente, unos meses después, el mundo se viene abajo. Empiezan a quebrar bancos, compañías de seguros y, en general, negocios cuya materia de trabajo es el dinero. ¡Socorro, papá estado! ¡Socorro que nos hundimos sin remedio! Estos gritos se oyen por todo el orbe. ¡Dadnos dinero! Es la frase que acompaña a las dos primeras. Dicho y hecho. Los gobiernos cogen las palas de arrojar dinero a los bancos y se ponen a trajinar duramente. ¡Más dinero, es la guerra! Es el nuevo eslogan, que debería haberse complementado con el de: "somos unos inútiles avarientos; no podéis dejar la economía mundial en nuestras manos". Pero no, ese último eslogan no se oyó por ninguna parte, al menos los sacerdotes del dios economía no lo pronunciaron en ningún momento.
Así las cosas empieza nuestra desgracia. El dinero que prestan los bancos, muchos de ellos en quiebra, deja de llegar a los empresarios, concretamente a los pequeños y medianos (a los grandes se lo dan, si hace falta, las administraciones), y el número de personas sin trabajo comienza a aumentar de manera escandalosa. 
Hasta aquí lo hechos iniciales. Tal vez, hubiera sido trascendente describir con detalle las medidas tomadas desde la década de los 80 en adelante para desregularizar, casi por completo, los mercados o el comercio (con consecuencias tan maravillosas como las crisis alimentarias), pero no hay espacio suficiente para ello. Pero este dato no se debe echar en saco roto, pues estas políticas neoliberales son puestas en práctica por políticos con nombre y apellidos. Este dato, al menos desde mi punto de vista, es importante, si me apuñalan al menos me gusta saber quien lo hace, aunque sangre igual.
Volviendo al tema. Una vez que la crisis llega a nuestro bolsillos los gobiernos y los sacerdotes del dios dinero, a los que todo ésto pilla en bragas, tras un breve shock reaccionan. ¿Cómo? Ya se dijo que, en un principio, arrojando dinero al agujero negro (se lo traga todo y no entra la luz) de la banca. Pero eso era lo fácil, después llegó el problema ¿qué hacer con el aumento del paro?
En un principio, parece que sintieron vergüenza por las consecuencias de sus actos previos, se apostó por gastar dinero del contribuyente para reactivar la economía. En otras palabras, que el dinero de todos revirtiera en evitar la lacra del paro, en ayudar a los ciudadanos a vivir mejor. Parece lo más lógico y lo más justo.
Pero tras recuperarse del susto, los sacerdotes de la avaricia llegan a la conclusión de que, al menos en Europa, eso es malo, muy malo. ¿Por qué? Por que sí. No, que nadie se equivoque, la deuda de la mayoría de los países de Europa no es tan alta y con la excepción de unos pocos países como Grecia, Italia, Bélgica o el Reino Unido, la deuda pública es inferior porcentualmente a la de EE.UU. de manera muy significativa. Entonces ¿dónde está el problema? Básicamente en dos focos: la política europea está regida por Alemania y gira en torno a los intereses de Alemania, lo que hace polvo a los países que no comparten las necesidades del país germano. Ésto además fomenta la desunión de los países de los países que se rigen por el euro. En segundo lugar, más importante, el grave problema que supone no regular el mercado de inversiones especulativas. Los grandes fondos de inversión, los que compran deuda soberana, siguen campando a sus anchas y funcionan con un lema: máximas ganancias en el menor tiempo posible. Eso está muy bien cuando se trata de especular con Don Perignon, pero cuando el tema afecta a la vida diaria de la mayoría de los ciudadanos no se debe consentir.
Así el estado de las cosas, pudiera parecer que ésto no tiene remedio. Los ciudadanos debemos apretarnos el cinturón, estoy pensando comprarme tirantes, y aguantar lo que nos hechen. ERROR.
Todas las reformas impuestas hasta el momento tienen un único destinatario: nosotros,  es decir, los que leen este blog, mi pareja, mis padres, mi suegra, mis compañeros... Pero se puede hacer mucho más. Rectifico, los gobiernos pueden y han debido hacer mucho más. Veamos como.
Los dirigentes nos han vendido la milonga de los sacrificios, siguiendo las directrices de los sacerdotes del mercado (mención especial merece en España Miguel Ángel Fernández Ordoñez, gurú entre gurús, neoliberal hasta la médula, que parece ser que ayer dijo, ¡con dos cojones!, que los jubilados eran unos privilegiados), pero se ha visto, que con alguna honrosa excepción, eso no ha servido para mucho. Concretamente no ha servido para lo principal: reactivar las economías (alguien podría salvar a la economía alemana. Me gustaría hacer varios matices al respecto. Las cifras de crecimiento actuales se comparan con las del año pasado, donde bajaron un huevo, por lo que no han vuelto a recuperar, ni mucho menos, el nivel de años anteriores. El número de parados reales en ese país es mucho más del doble de lo que dicen las cifras oficiales, pero maquillar cifras es muy fácil. Concluyo con una previsión, como todo siga así, en unos meses el milagro se agota, pues su negocio es vender fuera y si no se recuperan el resto de países o estos devalúan la moneda sus productos no tendrán salida; por el bien de España espero equivocarme). El número de parados no disminuye significativamente en Europa, aspecto éste que debe ser el barómetro real de la economía, y encima nos están hostigando los especuladores, sableándonos con la excusa de la inseguridad y la falta de reformas.
Empiezan a aparecer voces, incluso en organismos oficiales, que hablan de volver a invertir dinero público para incentivar el crecimiento, entre ellos el Parlamento Europeo. Empiezan a aparecer voces que hablan de seguir el ejemplo de EE.UU., es decir, que el BCE compre la deuda pública y mandar a freír espárragos a los especuladores. En definitiva, empiezan a darse cuenta de que por muchos recortes que se hagan la solución no es ponerse en manos de los especuladores, que siempre encontrarán la excusa perfecta, y los voceros perfectos, para justificar sus acciones de rapiña. La solución radica en los gobiernos. La solución radica en preocuparse por los ciudadanos a los que representan y no por lo que dice tal o cual período económico, de esos que no vieron la crisis hasta tres días después.
Existen, desde hace mucho tiempo, voces, como la mía, que claman por una banca pública que compita con la privada y la reubique en su sitio. 
Tal vez la moraleja de todo ésto es que cuando las cosas van mal, muy mal, dejar todo en manos del mercado y de sus sacerdotes no mejora nada, más bien al contrario. Tal vez la moraleja de todo esto sea que cuando los estados se plantan los especuladores se pliegan, recordemos que muchos gestionan fondos de otras personas y tienen que invertir para ofrecer resultados a sus administrados. Si se le cortan las alas de la especulación, tendrán que avenirse a lo que haya, aunque sea ganando menos, pues en el fondo ellos también tienen que ofrecer resultados, hecho éste que parece se les olvida a los gobiernos y por él que se puede agarrar de las pelotas a estas ratas inmisericordes.
Podría extenderme más, pero debo afeitarme y ducharme para acudir a mi trabajo.
Un saludo.



 

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