sábado, 27 de noviembre de 2010

HOMENAJE A ISLERO

Durante la última semana el cabreo se ha apropiado de mi. No es cabreo contra mi familia, mi trabajo o mis amigos. No, es un cabreo contra el estúpido mundo en que vivimos, o en el que pretenden hacernos creer que vivimos. 
La última gota, no ha sido la que ha colmado el vaso, que había rebosado hace tiempo, ha sido la del gobierno británico, que ha solicitado a la prensa que se autocensure, obviando parte de la información que próximamente se difundirá en WikiLeaks. ¡Cojonudo!
Es por todo ello que ha veces uno siente la necesidad de arremeter contra todo y, si fuera posible, destrozarlo, dejando las tripas de toda esta estafa al descubierto. No sólo éso, a veces me gustaría dejar las tripas de algunos de los protagonistas de este gran embuste al descubierto. Sé que no lo haré, pero ganas siento de acabar con estos hipócritas.
Cuando esta situación me invade no puedo evitar acordarme de Islero. Imagino que todos los lectores sabrán que el citado Islero es el toro que acabó con la vida de Manolete, uno de los toreros más importantes de la historia. Debo decir que no me viene a la mente el miura por acabar con el cordobés; más bien asocio dicho toro al acto simbólico de acabar con un mito del momento, con una acción que, en cierta forma, conmocionó a todo un país. Con su cornada finiquitó algo más que una vida, destrozó un sentimiento colectivo; una forma de entender la vida para la gran mayoría de un país sumido en la miseria y el miedo.
Es por esto esto último, salvando las distancias, que en determinadas ocasiones siente la necesidad de ser Islero. En alguna parte de mi ser aparece una furia irracional, abonada por la estupidez mundana que día a día observo. Una estupidez que desprenden los políticos, los economistas, los periodistas, las organizaciones empresariales, los medios de comunicación, los jerarcas religiosos, los sindicatos, las psuedofeministas, la SGAE, el sistema judicial, las empresas farmacéuticas...
Estoy cansado de contemplar como nos engañan, como nos intentan manipular, como pretender hacernos creer que somos unos inmaduras sin capacidad de entender las grandes cuestiones, como...
Es en esos momentos en los que siento la necesidad de ser Islero y cornear a todos estos estúpidos, asesinos en algún caso, hasta dejar sus tripas al descubierto. Es en esos momentos cuando siento la necesidad de hurgar, regocijándome con ello, en las entrañas de esos seres abyectos, extrayéndoles la vida de manera lenta y dolorosa. Es en esos momentos cuando siento la necesidad de ser un animal que mata para defenderse. 
Lo que he dicho puede sonar duro, tal vez, pero es lo que siento en días como éste cuando la miseria moral de los que quieren mantener un sistema genocida aparece sin disfraz alguno y con el único ánimo de justificar su senda de muerte y miseria.
En el fondo me gustaría morir como Islero, matando.
Un saludo.

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