viernes, 5 de noviembre de 2010

LA C.E.E., LA U.E. Y LA N.A.D.A.

Sería tremendamente injusto no reconocer el beneficioso papel que para España ha tenido el ingreso en la antigua Comunidad Económica Europea, actual Unión Europea (UE). Hemos recibido una ingente cantidad de dinero, aprovechado bastante bien para modernizar nuestras infraestructuras y, en algunos casos, para engordar los bolsillos de algunos golfos que se han aprovechado de las políticas activas de empleo para cobrar por cursillos de formación inexistentes o vacíos de contenidos. 
Por otra parte, se pidieron sacrificios como por ejemplo en el caso del séctor lácteo y en otros sectores productivos. Como diría el cómico: las gallinas que entran por las que salen.
Es muy posible que, haciendo números, nuestra pertenencia a la U.E. arroje un saldo positivo. Como todo dependerá de cual es el enfoque que se persiga y de a quien se pregunte.
Hecha esta aclaración, me apetece sobremanera despotricar sobre la U.E., al menos sobre lo que representa en los últimos años.
Uno, que recuerda ser partidario acérrimo del ingreso de España en la C.E.E., andaba yo en mi época de instituto, se ha ido tornando más escéptico al respecto y, desde hace unos años, no contrario, pero casi. ¿Por qué? Veámoslo.
Lo que más valoro de esta supuesta democracia es el respeto hacia los derechos humanos. La abolición de la pena de muerte, la libertad de expresión, la igualdad de las personas ante la ley, etc. Sin embargo, de unos años a esta parte, observo con pasmo como nuestros derechos, inherentes al hecho de ser personas, se van recortando en nombre de diferentes excusas. Estas excusas para violar nuestros derechos se pueden agrupar en dos grandes ejes: seguridad contra el terrorismo y economía.
Repecto a la primera, el vergonzante trato que, por ejemplo, en ocasiones se nos dispensa cuando pretendemos acceder a un avión en un ejemplo claro sirve para ilustrar lo que expongo. Leyes como las de conservar nuestra comunicaciones durante un tiempo, por si acaso, ahondan en este camino. Parece ser que la presunción de inocencia voló por los aires junto al desgraciado suceso de los atentados del 11-S.
Es más, a uno le llama la atención la celeridad con la que se abordan temas como los paquetes bomba mandados en los últimos días, eso sí, dirigidos a los jerifaltes del sistema, y la poca velocidad con la que aspectos como la crisis económica, que genera paro y miseria, fue tratada en un primer momento.
La expulsión de colectivos minoritarios, por el mero hecho de pertenecer a ese colectivo, por el artículo 1, por mis narices, en nombre de la seguridad y la tibia, por no decir cobarde, reacción de los organismo europeos es otro ejemplo de lo mismo.
El segundo eje donde la presunción de inocencia empieza a ser una quimera es en la economía. 
No puedo negar que sentí vergüenza ajena cuando en el engendro de Constitución Europea se postulaba que el trabajo era un deber. Sentí vergüenza al ver como se consideraba al ciudadano un vago, por qué si no se citaba la palabra deber, y por ver como algo que los propios estados no podían asegurar, el derecho al trabajo, se convertía en un arma contra el ciudadano: si no trabajas es por que eres un vago. ¡Olé, sus huevos!
Podíamos hablar del intento de aprobar la jornada laboral de 65 horas semanales, pero a mi me llama más la atención la sentencia del Tribunal Europeo sobre el Canon Digital. El asunto de manera resumida es el siguiente: si yo, Paco, compro un Cd tengo que pagar un dinero que revierte en una asociación privada, la SGAE, sin embargo si yo, Paco, compor ese mismo Cd y lo facturo a nombre de mi empresa no pago Canon. ¿Por qué? Por que se supone que las empresas no hacen copias piratas y yo sí. ¡Con dos cojones!
O sea, que el pen drive que me han dado en el lugar donde trabajo este curso no paga Canon y si lo compro yo sí, utilizándolo para lo mismo. En otras palabras, la administración y las empresas son chachi piruli y yo soy un delincuente en potencia. Curioso asunto éste por el que las empresas (el poder económico) están libre de pecado, aunque luego hagan presentaciones de Power Point con música de fondo, y yo sea un pirata garrapata por no ser empresa. ¡Viva la igualdad!
Tal vez, este último ejemplo al lector le pueda parecer nimio, pero a uno no se lo parece. El doble rasero, que distingue entre el dinero y el ciudadano es escandaloso y vergonzante. Esta sentencia lo deja bien claro.
Por eso, esta mierda de U.E., plagada de burrócratas que viven a cuerpo de rey, me parece un engendro a mayor gloria del poder económico, para vergüenza y escarnio del ciudadano normal. Por eso, no tengo ningún problema en decir que este modelo de construcción de Europa es un engaño, que sólo sirve a intereses bastardos y en ningún caso a los ciudadanos. Por eso, señores burrócratas, les digo váyanse a tomar por...
Un saludo.

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