sábado, 19 de marzo de 2011

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

Resulta chocante el menosprecio al que se ve sometido todo lo público en nuestro país. No sólo se minusvalora lo público, si no que se contrapone a lo privado, teórico paraíso de la eficiencia, perdiendo siempre lo que pagamos entre todos con nuestros impuestos. Al menos así lo ven ciertos ciudadanos.
Uno tiene la certeza de que esta percepción es una prueba más de la intoxicación mediática que sufrimos diarimaente por parte de los medios de incomunicación afines a las teorías económicas imperantes, Es más, estoy un poco harto de escuchar las famosas máximas del funcionario vago (que haberlos haylos, como en cualquier colectivo) y de asociar la palabra funcionario, o servidor público, con la imagen que Larra nos legó, de la persona que está situada tras una ventanilla, sesteando. El guardia civil que acude a un accidente de tráfico, el maestro que nos enseñó a leer a muchos, el médico que atiende a nuestro niño en urgencias, el funcionario que recoge y dirige al lugar adecuado una solicitud para recibir una subvención por crear una nueva empresa, el militar que acude a apagar un fuego descontrolado, el profesor universitario que dirige un equipo de investigación, el técnico que ayuda a buscar empleo a muchos parados en las mancomunidades... Todos esos, y otros muchos, son servidores públicos, pagados con el dinero de nuestros impuestos.
Una vez desmontado el primer tópico, vamos a desmontar algún otro.
Empecemos por el del tipo de la ventanilla. A uno, no lo va a negar, le fastidia hacer colas cuando va a cualquier sitio. Afortunadamente, cuando uno necesita realizar trámites administrativos tiene cogida la hora y no suele esperar mucho, pero no negaré que he hechado alguna hora para realizar trámites diversos frente a ventanillas de diferentes administraciones, a veces esperando casi una hora debido a las colas, y he sufrido el hecho, lamentable diría, de ver como el funcionario de turno se va a tomar el café, menguando el funcionamiento del servicio, con el consiguiente aumento de tiempo hasta que te atienden. Ante este hecho las protestas, lógicas, de la gente que espera, surgen espontáneamente. Sin embargo, esta misma experiencia la he sufrido en varias ocasiones en el banco y ni Dios se queja. ¿Acaso el banco no es un servicio por él que pagas todo tipo de comisiones? ¿En qué se diferencia la acción del empleado del banca de la del funcionario?
 Respecto a la amabilidad de los funcionarios, hay de todo como en la viña del Señor. Yo puedo contar mis experiencias últimas con diferentes organismos de las administración y, por ejemplo, sólo puedo loar la actitud de los funcionarios del Centro de Atención de Plasencia, te ayudan en todo, e incluso revisan los formularios que entregas, detectando errores cometidos por ti mismo en su cumplimiento. Errores que te podían generar problemas en un futuro y que ellos detectan y te ayudan a solucionar. Reconozco que en los últimos cuatro o cinco años me he encontrado con una perica que me generó más problemas de los que me solucionó, pero puedo asegurar que, por motivos varios, mi relación con la administración ha sido constante en los últimos años y ese es el único problema que he tenido.
Pero vamos al meollo de la cuestión: la eficiencia, eficacia o como lo queramos llamar.
Creo que en este sentido deberíamos desligar la burocracia de la actuación diaria del servidor público.
Bastarán uno o dos ejemplos para comprender a lo que me refiero.
Mi hijo tiene una pediatra, magnífica por otra parte, que siempre va con retraso. ¿Por qué? Por que el Servicio Extremeño de Salud tiene asignado cinco minutos por paciente (burocracia), sin embargo la doctora, que revisa a los niños de arriba a abajo, tarda bastante más de cinco minutos en atender a los niños (implicación profesional o actuación o implicación del funcionario en su trabajo). Lo curioso es que la gente se queja de la tardanza, cosa que, por otra parte, no hace cuando la espera es un médico privado o en un notario.
Otro ejemplo, este de funcionarios de ventanilla. Cuando yo entrego un papel en la ventanilla de Plasencia, las personas que me atienden me ayudan en todo (implicación del funcionario), lo que no depende de ellos es el tiempo que yo tendré que esperar para que se solucionen los asuntos que me han llevado a realizar ese trámite (burocracia, que en muchos casos está generada por los políticos, especialmente si se trata de cuestiones económicas).
Pondría poner ejemplos personales de servidores públicos, a los que no conocía de nada, que me han solucionado problemas, incluso por teléfono, pero no es el caso.
Parece ser que el paradigma de buen funcionamiento es la empresa privada, no sólo son rápidos, también, en teoría, lo hacen todo bien, y que en la administración todo es lento y tedioso, lo cuál, en ocasiones, es verdad, pero comprobaremos que esa es otra mentira más.
En nuestra vida, lo más normal, es la relación con la empresa privada: desde comprar el pan, hasta comprar un coche o una casa son relaciones con la empresa privada. Bueno, esta afirmación no es tan cierta, si tú llevas a tu hijo a un colegio público, te relacionas diariamente con la administración, si tú practicas deporte en instalacíones públicas, te relacionas con la administración. Los parques en los que juegan nuestros hijos, se construyeron y se mantienen con dinero público, las carreteras que usamos todos los días, incluso si te gusta el campo y realizas rutas a pie , algunas de ellas están mantenidas, señalizadas, cuando no construidas, con dinero de todos... Podría poner infinidad de ejemplos sobre como utilizamos continuamente los recursos que nos proporcionan, a través de nuestros impuestos, las administraciones, pero creo que con éstos bastan. Pero volvamos a la empresa privada, tan eficiente ella. Como dije anteriormente, todo, o casi todo, lo que adquirimos lo hacemos a través de la empresa privada, esa que gestiona todo tan bien, sin embargo, los problemas de todo tipo que encontramos en nuestra relación cotidiana con ella son numerosos y tremendamente frecuentes. Desde incumplimientos de contratos, comisiones abusivas (me refiero a los bancos, como es obvio), chapuzas por doquier (si alguien se ha comprado una casa nueva sabrá de lo que hablo), incumplimiento de fechas pactadas (por ejemplo, en la entrega de vehículos nuevos), servicios prestados con una calidad lamentable (en la empresa privada también hay un montón de bordes que, curiosamente, conservan su puesto de trabajo año tras año),  publicidad engañosa (véase, por ejemplo, lo que te ofrecen de ADSL y lo que te dan realmente), precios abusivos pactados, dilación en el tiempo de respuesta, ante problemas que se han generado entre el consumidor y la empresa que ofrece el servicio, cuando no, directamente, no responden a tus requerimientos y te marean hasta que te aburres... Los teóricos del neoliberalismo, defienden que si ésto ocurre esas empresas se irán al garete; mentira. Los negocios pequeños se pueden ir a freir espárragos (en muchos casos aunque den un servicio excepcional), pero en las grandes empresas y en muchas medianas esto no es así. Es más, ciertas empresas utilizan ciertas estrategias que podríamos denominar de engaño hacia el consumidor, con la finalidad de arañar un dinero al mismo, sin que por ello quiebren, ni mucho menos; es más, estas estrategias lo que hacen es engrosar sus cuentas de resultados.
Resulta harto esclarecedor reflexionar sobre el proceso de ingreso en la empresa privada, al menos en España, y en la empresa pública.
A pesar del funcionamiento anómalo que existe en ocasiones en la administración a la hora de realizar las pruebas para ingresar en la Función Pública, el conocido como enchufe (que, en mayor o menor medida, sigue existiendo),  mucha gente se llevaría una sorpresa tremenda si comprobara que ese enchufismo es mucho más acentuado en la empresa privada. En muchas empresa conocer a alguien de dentro bien situado, es sinónimo de oportunidad laboral. Parecera raro, pero es real. Podría contar casos de empresas donde trabajan amigos o conocidos, pero no es el caso. Tal vez baste decir que  trabajar en alguna central nucleares es mucho más fácil si conoces a alguien y no estoy hablando exclusivamente de entrar a trabajar como  personal de limpieza.
Por último. Me gustaría hacer una reflexión sobre los servicios sociales, dirigida a la gente que tiene menos dinero. Imaginemos que tenemos que ir a una residencia de ancianos a acabar nuestros días. Si tenemos un montón de pasta, cojonudo, elegimos la que queremos y pagamos lo que haga falta. ¿Pero qué ocurre si no poseemos ese capital? Vamos a un pública, algunas funcionan muy bien, otras no tanto, o a una privada, que con menos dinero debe gestionar una calidad de vida digna para mis últimos días. La pública, obviamente, no tiene como finalidad ganar dinero, por lo que el personal no es un problema. Los propietarios de la residencia privada, lógicamente, deben ganar dinero, ¿cómo lo hacen si el usuario no puede aportar mucha pasta? Yo podría decir como lo hacen, pero que cada, si lo tiene a bien, piense sobre ello.
A modo de conclusión, expondré lo siguiente: todo lo público es mejorable, en algunos casos mucho, como todo en esta vida, pero lo privado es igualmente mejorable, en muchos casos mucho, por lo cual resulta absurdo criticar, exclusivamente o con especial saña, a lo público, considerando que lo privado, por el mero hecho de ser privado, es mejor. Se trata de una trampa, una más, de los paladines del neoliberalismo, que hace flaco favor al ciudadano medio, que, en muchos casos, no podrá acceder a esos servicios tan maravillosos que venden lo neoliberales, pues sólo están al alcance de unos pocos por su elevado costo. Piensen en el ejemplo de la residencia de ancianos y el servicio que recibirían en una privada con una pensión media.
Además, es una lección que nos ha enseñado la crisis actual, cuando lo privado salta por los aires, el dinero de todos, lo público, debe estar ahí para apagar los fuegos de la mala gestión privada y, desgraciadamente, ésto no ocurre exclusivamente en España, como hemos podido comprobar con los bancos de medio mundo.
Un saludo

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