viernes, 25 de marzo de 2011

SOBREDIAGNÓSTICO Y SOBREMEDICACIÓN, ALTERNATIVAS (II)

Como ayer anticipé es menester desarrollar la segunda parte del tema, abordando para ello en primer lugar el tema del aprendizaje.
¿Por qué abordar el tema del aprendizaje? Por la sencilla razón de que lo que entendemos por aprendizaje genera muchos de nuestros comportamientos. Habitualmente se asocia aprender al sistema educativo formal, craso error. Aprendemos continuamente, incluso en nuestra vejez. Es más, la gran mayoría de los aprendizajes se pueden catalogar como adquisiciones de tipo social. Evidentemente, este tipo de aprendizaje carece, en muchos casos, de los requisitos del aprendizaje formal: intencionalidad compartida, estructuración de los contenidos y del propio proceso de aprendizaje..., pero ésto no resta importancia alguna a los aprendizajes sociales, más bien ocurre al contrario, lo más importante en nuestra vida es saber adaptar nuestra conducta a los diferentes entornos en que se desarrolla nuestra experiencia vital. Un refrán español refleja perfectamente lo que quiero transmitir: "donde fueres, haz lo que vieres".
¿Cómo se producen estos aprendizajes sociales? Existen varias formas, pero tal vez la más importante sea, ni más ni menos, que la  observación. Este aprendizaje social o vicario, se caracteriza por la observación por parte de un individuo de las consecuencias que sobre otro, modelo, tienen ciertas conductas. En otras palabras: si ésto le funciona a la persona que observo, por qué no me va a funcionar a mi. Es evidente, que este tipo de aprendizaje tiene un hándicap: lo que funciona en un contexto puede no ser útil en otro.
Según lo anteriormente expuesto pudiera parecer que el ser humano no es capaz de "inventar" sus propios comportamientos. Nada más lejos de la realidad. Los niños experimentan como debe ser su relación con el mundo, doy fe de ello, intentando ajustar su mundo al contexto, aprendiendo a bandearse en función de las personas que tienen frente a él, buscando unas pautas aceptadas por ambos "bandos" para establecer una relación. De todos es sabido que, generalmente, los hijos no se comportan igual con los abuelos que con los padres. Uno pudiera pensar que son los abuelos los que habitualmente le malcrían y los nietos reciben los "premios" de manera pasiva. Nada más lejos de la realidad. Los niños van explorando el terreno, tanteando, a veces de manera abrupta, donde está el límite (que generalmente con los abuelos suele ser difuso y distante). En definitiva, ellos también son actores a la hora de construir sus relaciones con los demás.
¿Qué ocurre cuando todo el mundo actúa como los abuelos del ejemplo? Evidentemente, el niño sigue explorando, generalmente buscando satisfacer sus deseos, utilizando para ello estrategias varias. El niño ha aprendido a hacerse valer de una manera socialmente poco aceptable. 
Antes de continuar me gustaría puntualizar que estos comportamientos aprendidos no sirven exclusivamente para conseguir objetos o premios materiales, en ciertos casos se trata de llamadas de atención para satisfacer necesidades emocionales (por ejemplo, que le hagan caso, aunque sea riñéndole por haberla liado parda). Seguro que todos conocemos a niños o adolescentes a los que no les hacen ni caso sus padres, que son unos piezas. En muchos casos lo que empezó como llamadas de atención, para conseguir que le hagan caso, se ha convertido en una norma de actuación. 
Si a estos casos unimos los de lo niños movidos, esos que son capaces de jugar una hora a la PSP sin pestañear, a los que, en muchos casos, la escuela no les importa una higa, tal vez por culpa nuestra, de los docentes, ya tenemos a unos cuantos candidatos a ser diagnosticados.
Uno pudiera pensar que cuando no son capaces de cambiar su comportamiento tienen un problema serio. Tal vez, pero antes deberíamos conocer como se aprende, para entender ciertas cosas. Para ello voy a utilizar una teoría, la conexionista, que, por el momento, es la más completa que hay.
Antes de comenzar me gustaría advertir que no soy experto en tal tema, ciertas cosas se escapan a mi comprensión, aunque, creo, que la idea central  y algunas secundarias, las que considero más útiles para mi trabajo,de dicha teoría si alcanzo a comprenderlas.
La teoría conexionista se basa en que las neuronas se encuentran interconectadas (no llegan a tocarse físicamente, pues dejan un espacio mínimo entre si. La conexión real la realizan los neurotransmisores que son los que "saltan" de una neurona a otra, transmitiendo el "mensaje") formando redes neuronales. Por tanto, en esta teoría la unidad mínima es la neurona. Cada neurona transmite un mensaje excitatorio o inhibitorio, hablando en cristiano, avisa sobre si ese impulso debe seguir o no en la red neuronal. Los mensajes excitatorios o inhibitorios no tienen todos el mismo peso, la misma importancia. Para que nos hagamos una idea no es igual de importante evitar que nos pille un coche que viene a todo trapo mientras cruzamos la carretera que limpiar los platos de la cena. Lo primero tendría más peso, sería más importante, mientras que lo segundo tendría menos importancia. La suma de todas las señales que llegan de ambos tipos hacen que la neurona transmita el mensaje a la siguiente o no. Esta explicación, un poco chapucera, sirve para acercarnos al funcionamiento del sistema, aunque nos queda un aspecto importante: ¿cómo ganan o pierden peso, importancia, los diferentes mensajes? Evidentemente, en muchos casos, por la funcionalidad de los mismos.
Cuando aprendemos algo, las redes neuronales, que funcionan en paralelo, producirán estímulos excitatorios cada vez más importantes, ganando peso progresivamente, llegándose a crear nuevas conexiones.
Así, grosso modo, es como se produce el aprendizaje. Salvando las distancias, ocurre lo mismo que cuando alguien va al gimnasio: a fuerza de ejercitarse se adquiere músculo. Pues en este caso es igual, a fuerza de experimentar repetidos "éxitos" las conexiones se vuelven más estables y fuertes.
Tal vez sea por eso que, como comentábamos el otro día mi amiga, compañera y jefa y yo, el conductismo (teoría psicológica basada en que las conductas se adquieren o pierden en función de la aparición o ausencia de refuerzos) sea tan efectiva en la modificación de la conducta, especialmente en un principio, pues estamos trabajando en modificar los pesos, la importancia, que determinadas conductas tienen en esas redes neuronales. Esta modificación de conducta si no va acompañada de conductas alternativas, crear nuevos aprendizajes a medio, largo plazo pueden volver a aparecer, ya veremos porqué.
Ahora quisiera utilizar una analogía para explicar lo siguiente. Yo soy consciente de que debo perder peso, puedo hacer varias cosas: no hacer nada, seguir una dieta y hacer más ejercicio (cosa que me he propuesto hacer) o comprarme un producto milagro y confiarme a la suerte. Descartemos el primero y analicemos los dos segundos.
Si yo me empiezo una dieta y hago más ejercicio, ocurre porque he decidido que tengo que cambiar, no sólo eso, si no que además he buscado una forma de vida alternativa a lo que hacía hasta ahora. En otras palabras, voy a hacer lo correcto, lo que la sociedad entiende por correcto (adiós chorizo, no sé si podré). Si analizamos lo dicho, además de un cambio en mis hábitos , se produce un cambio en mi forma de entender la vida, un proceso interno, un proceso ligado a mi cognición. Todo ello implica que, aunque puntualmente me pueda saltar a la torera mi forma de comer saludable, mis hábitos alimentarios serán los correctos por mucho tiempo, por lo que mi talla de pantalón será menos probable que aumente, por lo menos hasta que llegue la Navidad.
Sin embargo, si yo fío mi disminución de peso a un producto milagroso, poco he cambiado, no me privaré del chorizo. Lo más que puedo conseguir es que algún derivado anfetamínico (prohibidos, por cierto) me quite el hambre y adelgace. Sin embargo, cuando me canse del brebaje milagroso seguiré comiendo como una lima, volviendo a aumentar mi talla de pantalón. En este caso no ha existido un cambio de hábitos y, mucho menos, en mi forma de entender el problema.
Esta analogía, sirve perfectamente para ilustrar lo que deseo transmitir. En niños con trastornos reales los productos químicos, medicinas, pueden servir perfectamente, especialmente en un primer momento, para amortiguar los efectos indeseables de la patología, siendo totalmente innecesarios en una serie de niños diagnosticados de manera, digamos no acertada. En ambos casos lo interesante es cambiar  la importancia de esas conexiones sobre las que se asientan los comportamientos disruptivos o anómalos.
Me gustaría recordar que los medicamentos actúan sobre los neurotransmisores, no afectando para nada al peso, la importancia, que tienen ciertos aprendizajes en el sistema sobre él que están asentados. Lo que se hace es poner una especie de cortafuegos, pero no se aborda el incendio desde la base.
¿Cómo podemos apagar el fuego? Mediante psicoterapia cognitivo-conductual. No tengo ningún problema en reconocer que la mayoría de niños diagnosticados, además de la medicación, reciben este tipo de tratamiento.
Antes he hablado de conductismo y de adquisición de conductas alternativas a las socialmente no aceptadas, pues, básicamente, en eso se basa la psicoterapia. En modificar las conductas y ayudar a que los niños adquieran otras nuevas, cambien sus esquemas. Esta terapia, cognitivo-conductual, intenta controlar la impulsividad del niño, ofreciéndole alternativas para que se autorregule, pudiendo ir desde adquirir pautas para planificar su vida, hasta las autoinstrucciones (que consiste en interiorizar los pasos que se tienen que dar para realizar correctamente las tareas).
¿Por qué, al menos desde mi punto de vista, es importante dar respuestas alternativas a la persona? Por  la  forma en la que aprendemos. Si yo resto importancia a un patrón de funcionamiento, asentado, vamos a decir orgánicamente, en mi cerebro y no ofrezco nada a cambio, esa estructura de funcionamiento, aún habiendo perdido importancia, es la única que se encuentra en mi repertorio para responder ante ciertos sucesos de la vida. En muchos casos, cuando desaparece la persona que realiza la modificación de conducta, ésta última puede reaparecer por falta de alternativas; si el individuo no ha creado otras conductas, que tengan mayor importancia, que disparen esas neuronas, que la conducta a extinguir, al final lo único que encontrará el individuo en su ropero será esa vieja conducta, usada y pasada de moda, pero que es lo único que tiene para protegerse del frío.
Tras todo este rollo, que ha durado dos entradas, me gustaría proponer una cosa muy sencilla: excepto en aquellos casos de libro, con aquellos casos que ofrecen más dudas, un alto porcentaje ¿por qué no empezar con lo menos lesivo, con la psicoterapia conginitivo-conductual?
Voy a contar una experiencia personal, que ayudará a comprender lo que quiero decir. Como ciertos lectores saben he padecido, y sigo padeciendo en menor medida,  un trastorno de ansiedad. Hace tres meses dejé la medicación, pactado con el psiquiatra, pero, en los últimos tiempos, han vuelto a aparecer ciertos síntomas somáticos que acompañaron a la fase más grave de mi enfermedad, eso sí de una manera mucho más leve. Visité al psiquiatra, que tras escucharme me recomendó volver a psicoterapia, precisamente cognitivo-conductual, y pasar, por el momento y mientras no vaya a más la cosa, de la medicación. En otras palabras, primero lo menos lesivo y, seguramente (a mi me ayudó bastante), lo más útil.
Concluyo haciendo una reflexión. Seguramente todos conocemos el programa Supernanny, programa que no se encuentra entre mis preferidos. El programa consiste en que un psicóloga se mete en la vida de una familia y aplicando técnicas conductuales consigue cambiar el comportamiento de los niños, al menos momentáneamente. Conozco a un médico que ha utilizado un vídeo de Supernanny, versión estadounidense, para mostrar une "ejemplo de libro" de niño hiperactivo. Yo asistí a ese curso. Que el lector juzgue si es más pertinente una terapia cognitivo-conductual o la medicación de dicho niño.
Un saludo.

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