martes, 1 de marzo de 2011

ENERGÍA: UN DEBATE NECESARIO

Merece la pena dedicar la entrada de hoy al tema del ahorro energético, que parece haberse puesto de moda entre los dirigentes políticos de nuestro país. 
Lo más sensato, al menos así lo creo yo, será comenzar analizando las causas de tal fiebre ahorradora por parte de nuestros dirigentes. No descubro el Mediterráneo al escribir que dichas acciones vienen propiciadas por el miedo generado por la incertidumbre política que se vive en alguno de los países que proveen a España de las materias primas necesarias, petróleo y gas, para que nuestro país siga funcionando. Conclusión, no existe una política estratégica a este respecto, simplemente tenemos problemas, que se pueden agravar si los ciudadanos argelinos deciden luchar por su libertad y su derecho a comer (si mal no recuerdo, el 40% del gas natural que consumimos proviene de este país del Magreb), y los políticos, una vez más, han optado por poner parches a la situación, basándose en la teoría del "ya escampará".
Por tanto, en principio la crítica no puede ser positiva, aunque algunas de las medidas emprendidas, como un mayor porcentaje de biocombustible en los carburantes o abaratar los trenes de cercanías (donde los haya), sean no sólo asumibles, más bien se tratan de medidas deseables y de pura lógica. A uno le suena a tomadura de pelo, de este gobierno y de los anteriores, aquí no se salva nadie, que nuestra política energética sea sólo éso, energética y no también medioambiental. Hasta este momento, e intuyo que dentro de dos meses también, lo importante era crecer sin mesura, cuanto más mejor, utilizando para ello cualquier recurso, sin importar cual y sus consecuencias. Más coches, más pisos, más... En definitiva: más consumo de todo, de lo que sea. En éste de lo que sea, por supuesto, entran los combustibles fósiles.
Seguramente, el lector nuevo u ocasional podrá alegar que se ha invertido en energías renovables. Cierto, pero remito a la entrada titulada "El Medio Ambiente, ante todo beneficio social" del mes de enero, donde podrá comprobar que no todo lo que reluce es oro, aunque uno sea un defensor de este tipo de producción energética, pero sabiendo lo que se hace.
Uno echa de menos unos planteamientos serios y, sobre todo, estratégicos de este gobierno y de la oposición a este respecto, en los que la menor dependencia energética del exterior y el respeto a nuestro hábitat (energías menos contaminantes y menor consumo) sean los pilares básicos de dicho plan. 
Antes de continuar me gustaría matizar lo del menor consumo de manera conveniente. La mentalidad actual se basa no en reducir el consumo para ajustar nuestras necesidades a lo que nos puede ofrecer nuestro planeta, más bien estamos hablando de ahorrar energía (al menos en teoría) para poder coger impulso, "recuperarnos" económicamente y producir, en un futuro no muy lejano, más y más, lo cual, inevitablemente, va a generar más consumo de materias primas, entre ellas las dedicadas a generar energía. Éste es el modelo de progreso que nuestros políticos, unos y otros, consideran el adecuado para los ciudadanos. Modelo marcado por un único interés: producir y producir, a ser posible siendo más competitivos.
Volvamos a lo de los planteamientos serios. Cuando hace diez días leo que la electrificación de la red viaria española se sitúa en torno al 5%, no recuerdo si el 4 o el 6% exactamente, se echa uno las manos a la cabeza, máxime cuando en el resto de Europa el porcentaje de transporte ferroviario que funciona con electricidad se sitúa en el 40% de media y cuando en este país, tan moderno él, de AVEs, trenes superveloces y fantásticos TRDs, se supone que se ha apostado por ese medio de transporte, lo que no es real, pues la supresión de líneas y paradas de tren ha sido una constante en las últimas décadas. Inevitablemente surge la pregunta: ¿qué tipo de apuesta se está haciendo si las tecnologías de transporte punteras siguen mediatizadas por los viejos patrones de consumo energético? La respuesta es sencilla: la política de la inauguración y la foto o la del nuevo rico, o ambas a la vez.
Desde luego este tipo de actuaciones no son la solución a un problema serio, que lleva mucho tiempo instalado entre nosotros.
Criticar es fácil, muy fácil, pero ¿qué medidas se pueden proponer?
Sería absurdo culpar de todo al gobierno, porque en esta historia nuestra aportación como ciudadanos es imprescindible y, en ese sentido, las administraciones sí que realizan campañas de ahorro dirigidas a concienciar a los ciudadanos. Uno recuerda la invitación a usar la calefacción y los aparatos de aire acondicionado de manera coherente, el ahorro en la conducción mediante la utilización de las marchas adecuadas en cada momento, la incitación a usar el transporte público, subvenciones para realizar obras de aislamiento de las viviendas... En definitiva, pequeñas medidas que podemos adoptar, que, sumadas una tras otra, sí que producen una aportación significativa en este aspecto.
El gobierno ha aportado alguna coherente en estas fechas: abaratar los transportes públicos, más biocombustible en los carburantes, pero se echa de menos un plan a largo plazo. Un plan en él que el cierre de Garoña, vendido como un acto megaecologista, no se subsane con la mayor producción de Almaraz, aspecto éste que el gobierno no ha comentado, tal vez por no ser megaecologista. Ésto no es serio. Necesitamos energía, eso es innegable, y también necesitamos saber de donde va a salir. Seamos honestos y hablemos con franqueza. Hagamos predicciones de uso energético para los próximos 20, 30 años, definamos un modelo productivo y planteemos de dónde va a salir esa energía. Pero no pongamos parches en función del electorado potencial que tal o cual medida puede generar al partido en el poder.
Dentro de ese modelo productivo debe figurar claramente que modelo de desarrollo deseamos. Apostamos por crecer a todo tren, cueste lo que cueste, u optamos por un desarrollo sostenible. Me gustaría matizar que cuando escribo desarrollo sostenible no hablo meramente de nuevos edificios megachachi piruli que ahorran luz, agua y reciclan las heces del personal, eso es una parte, mínima, de la cuestión. El desarrollo sostenible, al menos desde mi punto de vista, es aquel que va encaminado a no destrozar más nuestro planeta. Este tipo de políticas sostenibles se basan en un cambio de chip, donde consumir no sea lo fundamental. Donde lo público se haga cargo de aspectos tan importantes como el transporte público o la energía, al menos de aquellos aspectos que faciliten mejorar nuestra calidad de vida (por cierto, en Italia, por ejemplo, ENEL tiene una parte significativa de capital público).
 Antes de continuar me gustaría reflejar un dato: Iberdrola y Endesa, dos eléctricas, han tenido el año pasado beneficios escandalosos, una de ellas beneficios record. Cada cual que piense lo que quiera sobre estos datos y que piense en lo que he propuesto justo antes de exponer este dato.
Tal vez una visión estratégica del uso energético conseguirá que los ciudadanos de las grandes ciudades respiren un poco menos de mierda cuando se asomen a la ventana de su casa, pues se habrá optado por un desarrollo sostenible para todos: restricción del tráfico en determinadas zonas de las ciudades, más transporte público y más barato, vehículos más eficientes, especialmente los de los profesionales que los necesitan para trabajar, más carriles bicis...
Pero, repito, para eso hay que pensar, repensar hacia donde queremos ir, como lo vamos a hacer y hablar sin tapujos de todo tipo de posibilidades y las implicaciones de tomar una u otra opción. No podemos querer ser ecológicos y luego, cuando tenemos que pagar las subvenciones por producción de electricidad limpia, quejarnos (aunque como ya escribí en alguna ocasión, motivos tengamos por lo mal que se hizo). No podemos querer encender el aire acondicionado a todo trapo todo el día y luego quejarnos de que nos ponen una nuclear al lado de casa o un cementerio nuclear (con esto no digo que esté a favor de las nucleares). No sólo éso, el tomar decisiones a veces comporta consecuencias inauditas a priori. Pensemos sobre lo sutil de las implicaciones de tomar una decisión e ilustrémoslo con un ejemplo.
Imaginemos que todos nos concienciamos de la importancia del uso de la bici en nuestra vida cotidiana y una mayoría de españolitos la usamos diariamente, pongamos una media de 10 ó 12 kilómetros al día. El simple hecho de aumentar nuestra actividad física implica una mayor necesidad de calorías, que, obviamente, obtendremos mediante la alimentación. Esta mayor necesidad de alimentos, generalizada en la sociedad, va a provocar una mayor necesidad de producción de estos alimentos y, consiguientemente, un mayor gasto de energía. Este ejemplo pretende ilustrar como cualquier decisión que tomemos tiene implicaciones, aunque prefiero que se produzcan más alimentos a utilizar medios de transporte más contaminantes.
En esta historia todos tenemos protagonismo: los ciudadanos por lo que podemos aportar a nivel individual y los políticos, que deberían, obligatoriamente, plantearse el modelo energético que necesitamos, hablando con sinceridad y claridad, obviando los parches que, en algún caso, generan medidas chapuceras y ridículas.
Un saludo. 

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