miércoles, 2 de marzo de 2011

SOCIALDEMOCRACIA, NI ESTÁ NI SE LA ESPERA

Hace unos días leía un artículo donde definían la socialdemocracia de una manera sencilla, comparando dicho concepto con la política económica llevada a cabo por el actual gobierno durante los últimos años. El autor hacía hincapié en la diferencia entre lo que pretendían vender los gobernantes actuales como socialdemocracia y lo que dicta la ortodoxia socialdemócrata, existiendo entre ambos una gran diferencia, fundamental desde mi punto de vista. Veamos lo que se exponía en el texto y comprenderemos fácilmente lo que intento explicar.
El ideal de los partidos socialistas de Europa Occidental, al menos teóricamente, se basa en dos aspectos, que a los conocedores del marxismo no les resultarán extraños. A saber: 
  1. Repartir la riqueza de un país, invirtiendo para ello en apartados como la educación, la sanidad y cualquier otro aspecto relacionado con proporcionar igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos. En definitiva: dar a cada uno según sus necesidades. En este apartado, él que vende el gobierno, el autor compartía con Zapatero y sus fieles el aumento en gastos sociales durante sus primeros años de gobierno. No seré yo él que niegue las estadísticas, las macrocifras que se presentaban en el informe, aunque tengo la impresión de que parte de esa inversión se hizo con poca cabeza y no sirviendo precisamente al lema "a cual según sus necesidades", basta ver la ideal genial del cheque bebé, que lo recibía igual Patricia Botín que una familia cuyos miembros estuvieran todos en el paro. A pesar de todo, las cifras en gasto social se han visto incrementadas durante los últimos años, por tanto podemos decir que, aunque de aquella manera, en este aspecto sí que se han intentado cambiar ciertas cosas, al menos hasta que llegó la crisis.
  2. El segundo punto del credo socialdemócrata es en el que el gobierno naufraga, ha naufragado y parece que seguirá naufragando. Si el primero se podía resumir con: a cada uno según sus necesidades, el segundo se puede reducir a: cada uno según sus posibilidades o lo que es lo mismo, que cada uno contribuya según su riqueza al bienestar colectivo. Se trata de algo tan sencillo como que el que más dinero posee, más contribuya con sus impuestos a esa redistribución de la riqueza. La política de este gobierno al respecto se puede resumir en aquella frase que Zapatero tuvo a bien lanzar a los cuatro vientos, para sonrojo de muchos, que rezaba: bajar impuestos es de izquierdas. El colega no sólo ha practicado una política neoliberal en este aspecto, si no que además no ha tenido ningún reparo en reconocerlo públicamente. No es necesario recordar la bajada del IRPF, siguiendo lo que empezó Aznar y el megaestratega económico Rato,  que favoreció especialmente a los que más tenían (tanto en porcentaje como en cuantía real) o la supresión, vete tú a saber porqué, del impuesto de patrimonio, 2.000 millones de euros que se dejaron de recaudar cada año. Obviamente, si la contribución de los que más dinero poseen desciende y el dinero se necesita para funcionar, de algún sitio tiene que salir. Idea del cuerpo de ideólogos de este gobierno: subida generalizada de impuestos indirectos, pagamos entre todos las veleidades neoliberales de los sucesivos gobiernos de Zapatero. Por supuesto no han vuelto a apretar a los más ricos, tal vez sí lo han hecho con profesionales que viven bastante bien subiendo algún punto el IRPF, pero de los 2.000 millones anuales de las rentas más altas no se sabe nada, ni se espera saber nada. Uno, en su candidez, entendería que se estrujara al personal si fuera para mantener o aumentar los gastos sociales, pero, desgraciadamente los tiros no van por ahí. 

Tras estos datos no es difícil llegar a la conclusión de que este gobierno jamás ha sido socialdemócrata, tal vez sí progresista (¡vete tú a saber que coño es eso!), más bien se aprovechó de una pretendida bonanza económica (no se puede considerar bonanza económica una situación que se cimentaba en la especulación y que al venirse abajo ha condenado al paro y a la miseria, en algunos casos, a un número significativo de ciudadanos, alcanzando la cifra de parados cantidades nunca vistas en este país) para desarrollar políticas sociales, más o menos efectivas, obviando cuestiones tan básicas como que cada uno contribuya según sus necesidades o la posibilidad de que vinieran tiempos peores y que sus políticas económicas, de claro corte neoliberal, machacarían a los menos pudientes, como se ha podido comprobar.
Tal vez a alguien lo escrito le pueda parecer duro, está en su derecho, pero más dura se presenta la  vida de muchas personas a diario. Personas que han visto reducido significativamente su poder adquisitivo, han perdido su trabajo e, incluso, han comprobado como el dinero gastado  por las administraciones para paliar, mínimamente, esta desastrosa situación ha disminuido, cuando no desaparecido. Si a esto unimos que la calidad de algunos servicios públicos va a disminuir irremediablemente por falta de inversión, si no se privatizan directamente, obtenemos un panorama nada halagüeño para muchos ciudadanos, cuando no desesperante. Mientras tanto, los que más dinero acumulan siguen conservando sus prebendas, adquiridas pacientemente durante los sucesivos gobiernos de Aznar y Zapatero, personajes que, teóricamente, partían de supuestos ideológicos bien distintos, pero que en la práctica han desarrollado, en ciertos aspectos, una política similar. 
¿No resulta más dura esta realidad, la de muchos conciudadanos nuestros, que la argumentación fundamentada contra las verdades a medias, o a tercias o a cuartas, de un gobernante?
Por cierto, en épocas de crisis los partidos socialdemócratas, hasta hace bien poco, basaban sus políticas económicas en un tal Keynes, que a muchos sonará, que postulaba la intervención del estado para paliar los desequilibrios generados por la voracidad capitalista. Esta intervención se basaba en la inversión, que buscaba paliar las desastrosas consecuencias para los ciudadanos de las crisis, aún a costa de elevar el déficit. No es necesario recordar por donde van las cosas en nuestro país a ese respecto, muy alejadas de los planteamientos keynesianos.
Dejo un enlace sobre el asunto, que me parece interesante.
http://www.attac.es/esperando-a-keynes-que-no-ha-venido-y-ya-ni-se-le-espera/
Un saludo.

2 comentarios:

sara.r.s dijo...

La verdad es que medidas como la del famoso "cheque bebé" nunca nos parecieron efectivas.
Igualdad no es dar a todos lo mismo, sino dar a cada uno lo que necesita. En economía creo que también se debería seguir el mismo principio, como tú apuntas en la entrada. No es igualitario dar a una Botín el mismo dinero que a una persona sin empleo.
Ásí nos va y nos seguirá yendo...

carlitosP dijo...

El cheque bebé,como otras ayudas, no te lo dan si tú antes no lo solicitas. La idea sería que no lo tendrían que solicitar aquellas personas que no necesitaran de estan ayudas, para dar la portunidad del beneficio de las mismas a quienes de verdad las necesitase. Esto sería ser ciudadan@s responsables, pero claro así somos los españoles, y así nos va.