viernes, 25 de febrero de 2011

LOS CHUSQUEROS DEL MIEDO

Resulta curioso que en una sociedad en la que ocultar los sentimientos, especialmente aquellos que pueden ser considerados como positivos, figura como una regla no escrita, aunque casi  de obligado cumplimiento, la utilización de uno de ellos, el miedo, sea una herramienta fundamental de todo aquella persona o institución que aspira a ser alguien o algo en esta sociedad.
No descubre nada nuevo si expongo que el miedo es consustancial al ser humano, de hecho es parte de ese  bagaje que portamos de serie los sapiens. Bagaje que nos has permitido llegar hasta aquí. El miedo es una reacción de nuestro organismo ante situaciones que consideramos peligrosas. La aportación más interesante de esta sensación es que nos permite identificar situaciones peligrosas o conflictivas para nosotros, diferenciándola de otras que no suponen ese problema. Dicha identificación genera en nosotros diferentes procesos internos, no es momento de hablar aquí de ellos, que ayudan a que tomemos una decisión ante  la situación amenazante.
Es evidente que las causas que generan miedo en el ser humano son variadas y complejas. Diría aun más, los estímulos que producen miedo han ido evolucionando, y sobre todo ampliándose, con el paso del tiempo. Nadie se imagina que en nuestra casa podamos encontrarnos un oso, como le podía ocurrir a los primeros sapiens. Pero, de la misma forma, es inimaginable que a estos primeros humanos modernos se les disparara la adrenalina porque les fueran a echar de su trabajo o les fuera a atropellar un autobús. Sin embargo, la sensación, los procesos internos que rigen tal respuesta es exactamente la misma ahora y hace 30.000 años.
Por tanto, es fácil inferir que el miedo es un mecanismo de supervivencia, diseñado para prevenirnos de situaciones que pueden generar problemas para nosotros o para nuestros más allegados. 
No descubro nada nuevo si comento que, durante la historia de la Humanidad, multitud de instituciones y personas han intentado industrializar el miedo, y en muchos casos lo han conseguido. El objetivo de tal acción: el beneficio propio y de los suyos.
El proceso de industrialización del miedo podría ser más o menos el siguiente: un grupo de poder, o que aspira a conseguirlo, atribuye a otro colectivo o a ciertas ideas un aura de malignidad, malignidad para el ser humano como tal o para la sociedad en que vive ese ser humano. Las consecuencias de pertenecer al grupo marcado o de seguir las ideas señaladas como perniciosas son o serán, según los ideólogos de ese miedo, nefastas, acarreando para el individuo una pérdida de privilegios en el presente o en un mundo futuro.
La Historia nos muestra que la implantación de estos modelos sociales, basados en el miedo, suele ir acompañada de diversos tipos de violencia, cuya finalidad es "convencer" a las personas de la validez de esas ideas defendidas por los colectivos que detentan el poder. En definitiva, más miedo.
Seguramente, el lector podrá alegar que cuando desaparece del poder el colectivo que se aupó a él gracias a esta forma de entender la sociedad desparece igualmente esos miedos. Sí y no. Todo dependerá del tipo de mordaza que se haya puesto a esa sociedad. Es evidente que si, por fin, cae Gadafi en Libia no temerán al sanguinario anfitrión de Aznar hace unos años, pero se puede comprobar, con la misma contundencia que en el ejemplo anterior, como ciertos miedos, a uno se le ocurren los religiosos, siguen funcionando durante muchos años, aún desapareciendo los integristas que, utilizando a su manera los mensajes divinos, generaron sumisión y miedos a no ser dignos de un Más Allá divino de la muerte. Todo dependerá de los miedos que se fomenten y del tipo de repercusión en la vida, o la muerte, de las personas.
Ciertamente, esa producción industrial de miedo sigue existiendo, es la base de cualquier sociedad, por parte de todos aquellos grupos que pintan algo en nuestras vidas, les hayamos invitado o no a entrar en ellas. Los políticos, los religiosos, los grupos de poder económico, los medios de comunicación, el sistema educativo (si no estudias no será nada)... Todos fundamentan, en mayor o menor medida, su poder en la transmisión de miedos creados al efecto.
Es evidente que esta transmisión de temores, en líneas generales, se ha vuelto más sibilina, vamos que casi nadie dice abiertamente que vas a arder per secula seculorum si no haces lo que yo deseo. Ahora se trata de insinuar las consecuencias desastrosas para tu vida, para tu bienestar, sino sigues los dictados del mesías de turno. Un ejemplo de manual lo tenemos en los gurús económicos: para salir de la crisis hay que hacer ésto, ésto y lo otro; de no ser así perderás tu trabajo, te violará una cabra y no amanecerá en tres meses. ¿Por qué? Por que lo digo yo, que soy el experto. 
Pudiera parecer que este "privilegio" de crear miedos industriales corresponde, exclusivamente, a unos carcas ultramontanos o a grupos de poder económicos, nada más lejos de la realidad. En este país, desde hace unos años, han aposentado sus posaderas, cobrando mucho por ello en algunos casos, los profetas de lo políticamente correcto. No sólo han asentado sus reales si no que también han extendido sus teorías, calando entre una parte de los ciudadanos, los que militan ideológicamente un poco, o un mucho, en la izquierda. ¿Cuál es el miedo que han extendido estos personajillos? Nada más y nada menos que si no eres políticamente correcto, por ejemplo si haces chistes sobre el rol del hombre y la mujer, aunque sea en un ambiente distendido y totalmente familiar y seas tú el que haces, al menos, la mitad de las cosas relacionadas con el hogar en tu propia casa, eres un retrógrado derechista, no siendo digno de pertenecer al colectivo guay chachi piruli de la peña mas in y progre al Sur del Ródano. A alguien le podrá parecer una memez, pero yo considero que es una forma de generar miedo, de denigrar a la persona, fijándose en las formas, ejercidas en determinados momentos no relacionados con el quehacer diario, y no en el fondo.
Uno, que ya peina canas, realmente casi sólo peina canas, desde hace tiempo huye de todo aquello y de todos aquellos que fundamentan su mensaje en las consecuencias perversas de realizar ciertas acciones. Especialmente cuando la perversión de dichas acciones es difícilmente cuantificable y demostrable. Nadie puede decirme que este sistema económico es mejor que el decrecimiento, por la sencilla razón de que el segundo no se ha probado y las consecuencias del primero las estamos sufriendo y, mucho menos, nadie puede decirme que hay que obrar como ellos desean en lo económico porque de no ser así el mundo, la sociedad, el Sol y dos satélites de Júpiter van a desaparecer.
Resulta curioso observar como ciertos comunicadores, a uno le viene a la cabeza el nunca suficientemente  bien ponderado como cómico cuando hace sus reflexiones matutinas, Carlos Herrera, basan parte de sus arengas a los ciudadanos en la llegada de grandes males para la Humanidad de no hacerse aquellos que ellos piensan. No deja de ser en el fondo la política del miedo industrial, torpe y torticera en muchos casos, pero política del miedo al fin y al cabo.
Yo, por si acaso, antes de decidir sobre lo que me transmiten reflexiono sobre cual es el mensaje real, que amenazas ocultas encierra dicho mensaje. Entonces, cuando soy capaz de separar el grano de la paja decido, aunque a veces me equivoque totalmente, pero considero que el error también forma parte del ser humano y, tal vez, deberíamos perder el miedo a equivocarnos. Prefiero equivocarme por haber decidido mal, hecho consustancial a mi libertad, que equivocarme por seguir los dictados de unos mentecatos, cuyo mayor logro es usar el miedo para imponer sus ideas.
Un saludo.

1 comentario:

Pablo dijo...

Artículo FORMATIVO, más que informativo. ( Porque no sólo fue
" el enemigo Aznar ", ... ( IMPRESENTABLE, de acuerdo ), cierto protagonista de ciertos actos. Por lo demás, CORRECTO.

Saludos muy cordiales.

Esperamos la llegada de más HUMANISMO.