jueves, 10 de febrero de 2011

SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO A CONTROL REMOTO

Hace unos días, charlando con una compañera de trabajo, surgió un tema interesante: la sociedad del conocimiento, el conocimiento socialmente compartido y toda la parafernalia que acompaña a estos grandes términos. Tras esa minicharla, uno, que se dedica a darle la vuelta a todo como si fuera un calcetín, pensó lo siguiente.
Los políticos, ciertos contertulios y algunos teóricos nos bombardean incesamente con conceptos como el de la sociedad del conocimiento, lugar hacia el que debemos caminar eufóricos y alegres en pos de una mejora en nuestra calidad de vida (aunque realmente suelen interesarse por este tema para que nos formemos como perfectas máquinas de trabajo y satisfagamos las necesidades empresariales). A este aspecto, el de la mejora de la calidad de vida, si que considero que puede contribuir una sociedad con información, más o menos veraz, abierta y accesible al ciudadano. A pesar de que los gobiernos, e incluso alguna gran empresa, intenten controlar o amoldar la  Red a sus intereses o necesidades.
Sin quererlo ha salido la Red, Internet, ¿curioso, verdad? Si hablamos de sociedad del conocimiento, no tanto, pero si hablamos de conocimiento socialmente compartido, sí. El primer concepto, actualmente, además de en los libros y en otros medios de comunicación, se apoya, cada vez más, en Internet. Una sociedad interconectada, en la que la información fluye y se crea, en la que el ciudadano debe estar dotado de las capacidades adecudas para bucear en ese proceloso mundo digital y, si fuera menester, aportar su granito de arena. Eso es la sociedad de la información, al menos tal como nos la quieren vender ciertas personas. Sin embargo, el segundo concepto, el conocimiento socialmente compartido, la capacidad del ser humano de adquirir información cuando la necesita, una información que existe previamente, pues la sociedad la ha creado, desde mi punto de vista es bastante más amplio. Este concepto no se limita concretamente a los cauces "oficiales" establecidos, el boca a boca también debe ser considerado como una fuente de conocimiento importante y necesaria. Pondré un ejemplo de lo que quiero decir.
Cuando se es padre primerizo cualquier cosa que se salga del canón rutinario en la crianza del bebé, especialmente en los primeros meses de paternidad, provoca confusión y cierto nerviosismo en los progenitores. El mero hecho de que al pequeño le salgan dos granitos en el culete puede servir para que los padres valoren la posiblidad de llamar al 112, exigiendo un helicóptero para evacuar al pobre niño, que vete tú a saber que enfermedad incurable puede tener si no se le trata a tiempo. Sin embargo, lo más normal, es hablar con los abuelos y preguntarles sobre el asunto. Éstos, a los que el ego se les sube hasta lugares insospechados por poderte dar sopas con hondas sobre el tema, sinténdose útiles e imprescindibles en la crianza del nieto, te suelen responder dándote el nombre de una crema y minimizando el asunto, lo cual, por cierto, te genera mucha tranquilidad. En otras palabras, para solucionar, al menos momentáneamente, un problema hemos recurrido al boca a boca, la información estaba ahí, la tenían nuestras madres, pero nosotros desconocíamos ese hecho, porque hasta entonces no había existido la necesidad de activar ese cauce.
Creo que este ejemplo habrá ilustrado a que me refiero con conocimiento socialmente compartido, en la Universidad a mi me lo explicaron con un ejemplo basado en abordar el ingrato tema de conocer el funcionamiento de una fotocopiadora. 
A mi lo que me interesa en esta entrada es resaltar que no sólo Internet, los libros, la radio, la TV sirven para transmitir información. El contacto personal, las preguntas,son herramienta fundamental para ampliar nuestros conocimientos y, por ende, la comprensión del mundo en el que habitamos.
Sin embargo, parece que preguntar no está muy bien visto (que se lo digan a los políticos cuando emiten sus comunicados, perdón, cuando hacen ruedas de prensa). Es mucho más guay recurrir al ordenador que al compañero, al amigo, al vecino o a la cabra de la Legión. Pero seamos realistas, muchas de nuestras dudas surgen de y en  los contextos donde nos movemos, y es allí donde, casi con total seguridad, se encuentre la respuesta que buscamos. Desgraciadamente, parece que demandar información, reconociendo nuestro desconocimiento sobre un asunto, a personas de nuestro entorno es un tabú: "¡van a pensar que soy tonto!". 
Considero que preguntar, yo soy muy preguntón, es una cualidad humana que comparte con lo de la sociedad del conocimiento el acceso a información, pero que tiene un aspecto que no te aporta el ordenador: el vínculo emocional (acuérdese el lector del ejemplo expuesto unas líneas más arriba), que nos hace más humanos, más afines. 
A mis alumnos siempre les digo lo mismo: "si no entendéis algo preguntad, no os voy a cobrar nada hasta que me preguntéis la misma cosa 435 veces, a partir de ahí os cobraré". Generalmente, tras insistir varias veces sobre el asunto, preguntan sobre cualquier el tema tratado y, a veces, sobre dudas que no tienen que ver directamente con el tema tratado en clase, cuestión interesante pues son capaces de expresar su desconocimiento sobre un asunto que les preocupa (curiosidad y reconocimiento de nuestras limitaciones a la hora de conocer el mundo) y demandar información para paliar esa laguna de conocimiento (capacidad  para buscar fuentes, más o menos fiables, para saciar su curiosidad).
Para concluir, a modo de resumen: no olvidemos que una buena parte de lo que necesitamos conocer lo podemos encontrar en la persona de al lado, no todo es Internet, los libros y el períodico de turno. No renunciemos a conocer a través de nuestro iguales, acción que además de información conlleva emotividad, algo que una máquina difícilmente nos podrá aportar.
Un saludo.
P.D.: Un abrazo muy fuerte a mi amigo Juan Carlos, que está pasando por momentos duros en su vida. Todo va a salir bien.


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