domingo, 13 de marzo de 2011

EL HOMO SAPIENS, A PESAR DE LA NATURALEZA

Escucho, repetidamente, en los dos últimos días aquello tan manido que dice: "cuando la Naturaleza se pone no hay quien la pare". 
Uno piensa que cuando se formula este dicho se parte de un error de base: medir los fenómenos naturales en función del daño que generan a las personas, como si la unidad de medida de nuestro planeta fuera el ser humano. Realmente, somos los seres humanos los que hemos invadido el planeta adaptándonos lo mejor posible a unas condiciones que ya existían cuando el homo sapiens apareció sobre la faz de la Tierra. Por tanto, estos fenómenos existían. existen y existirán, asiente o no sus posaderas el homo sapiens sobre el planeta. Es más, estos fenómenos son los que han propiciado que el mundo sea tan "confortable" para la especie humana como es en la actualidad. 
Desde el primer gran envenenamiento masivo, aquél que produjeron los organismos que realizaban la función clorofílica y que terminó por inundar la atmósfera de un gas bastante peculiar y peligroso en algunos casos, llamado oxígeno, cepillándose a buena parte de la vida del planeta, hasta la formación de los continentes tal como los conocemos que, obviamente, debió generar terremotos para dar y tomar, todo ha contribuido a que nos encontremos con el planeta tal como lo conocemos.
A mi me llama poderosamente la atención la capacidad de este homínido, que somos nosotros, para adaptarse a las circunstancias, dispares y a veces extremas, de los diferentes rincones del Globo Terráqueo. Uno no puede dejar de pensar en aquellos pobladores que salieron de África y unas decenas de miles de años después ya se habían asentado en, prácticamente, todo el planeta; cuestión aún más fascinante si se tiene en cuenta el nivel de tecnología del que disponían. Pongamos como ejemplo, que los primeros restos hallados en Europa tienen unos 20.000 años menos que los primeros sapiens encontrados en Australia. Es importante reseñar que la aparición de la especie sapiens no llevaba aparejada lo que podemos considerar comportamientos humanos, estos, se cree, que aparecieron hace unos 50.000 años (se considera que la especie homo sapiens lleva sobre la Tierra unos 200.000 años), por lo que todo este viaje de expansión, colonización y adaptación se hizo en un período de tiempo relativamente corto y, por cierto, con gran éxito.
Siento mucho la desgracia acaecida en Japón, tanto como las que acontecen en otros sitios, con menos repercusión mediática en muchos casos, pero. Mi solidaridad y, posiblemente, si fuera menester, mi ayuda  para todos los afectados por la catástrofe. Sin embargo, no puedo ocultar que desde un punto de vista aséptico, lo ocurrido no deja de ser parte del juego de supervivencia en que nos vemos implicados los humanos (baste reseñar que Japón está asentado sobre la confluencia de cuatro placas tectónicas). Un juego de supervivencia en que la Naturaleza dicta las normas y al que nosotros sólo somos capaces de anticiparnos en ciertas ocasiones, las menos.
Es evidente que nuestro estilo de vida, agresivo con el entorno y con las propias personas más desfavorecidas, facilita, en ciertos casos, que el número de víctimas aumente ante estos fenómenos naturales. A uno le vienen a la cabeza los corrimientos de tierra, originados por lluvias torrenciales, que sepultan poblaciones asentadas sobre laderas de montañas y montes; fenómenos naturales que acaban con la vida de cientos o miles de personas, generalmente desfavorecidas por el sistema imperante. Por otra parte, tendremos que estar atentos a lo que sucede con los reactores nucleares japoneses afectados por el seísmo que pueden generar otra grave catástrofe aparejada. Según las últimas noticias la cosa no parece pintar bien. Veremos.
A pesar de todo, de nuestra presunta fragilidad individual, de nuestras prácticas dañinas y destructoras para con nuestros hábitats, aquí seguimos, lamentándonos de la última desgracia, pero levantándonos un día más para seguir nuestra vida y, lo más importante, luchando por perpetuar nuestra especie. En ese sentido, como en otros muchos, no dejamos de ser un producto de la misma Naturaleza que, a veces, nos recuerda quienes somos.
Voy a adjuntar un mapa donde se pueden observar con detalle las diferentes placas tectónicas y sus confluencias. No lo hago con una afán divulgativo. Lo que pretendo es transmitir algo que me resulta curioso, muy curioso. En una de las zonas con mayor inestabilidad geológica del mundo es donde se concentra una parte muy significativa de la población del planeta, con una densidad de población, en muchos casos, brutal. Me refiero a la zona del mapa marcada en rojo que se corresponde con la parte asiática del Extremo Oriente. A pesar de todo, el hombre ha sido capaz de adaptarse y sobrevivir sobre un auténtico polvorín.


Un saludo.

1 comentario:

sara.r.s dijo...

En primer lugar, me parece que tu entrada de hoy está bastante bien documentada en cuanto a historia de la evolución humana se refiere. Me he acordado de nuestra visita al Museo de la Evolución Humana y a los yacimientos de la Sierra de Atapuerca.
La verdad es que nuestra especie es la que ha conseguido poblar todos los ecosistemas del planeta, y continúa desafiando a la Naturaleza. Esto va inherente a nuestra esencia más íntima, la necesidad de ADAPTACIÓN. Este concepto, en el que ahora por mis oposiciones estoy profundizando, es el que ha sido esencial para nuestra supervivencia.

Me uno a la solidaridad de todos para con el pueblo japonés, esperando que nuestra más íntima esencia de superación y de adaptación a las circunstancias nos ayude de nuevo en esta ocasión.