martes, 11 de enero de 2011

DE HÉROE A FINADO

Aunque ayer fue un día pródigo en noticias, a uno la que más le llamó la atención fue la muerte, presuntamente un suicidio, de uno de los implicados en la Operación Galgo, que como todo el mundo recordará es la última gran embestida contra el dopaje organizado en España.
El fallecido, Alberto León, antiguo ciclista de mountain bike, aparece en dicho proceso acusado de ser el responsable de las transfusiones de sangre a atletas. Como es lógico pensar, con estas transfusiones se pretendía de manera fraudulenta mejorar el rendimiento de los deportistas sometidos, de manera voluntaria, a dicha práctica.
A uno no le sorprende la existencia de dichas argucias, ni tan siquiera la implicación de una atleta de renombre en ellas (recuerdo que alguien relacionado con el deporte me comentó este hecho hace  unos cuatro años, para mi sorpresa y, por qué no decirlo, desmitificación del personaje). Lo que me llama poderosamente la atención es la noticia de que el personaje al que nombro en el párrafo anterior se pueda haber suicidado cuando le han atrapado en su falta, tras, presuntamente, haber obrado de manera incorrecta, ilegal, o como se quiera decir, durante largo tiempo, siempre a sabiendas de que lo que realizaba estaba perseguido y penado por la ley.
Suponiendo que todo lo expuesto sea correcto, lo de las trampas deportivas, el suicidio y demás, o aún en el caso de que no lo sea, el transfondo que he expuesto en el párrafo anterior: actuar al margen de la ley de manera voluntaria y cuando me pillan me suicido (sea o no este el caso) me ha dado que pensar. Aunque no sea el pan nuestro de cada día, tampoco es infrecuente que alguien realice una actividad al margen de lo aceptado como legal durante un largo tiempo y que cuando sea descubierto se acabe quitando la vida.
A mi lo que me interesa es: ¿cómo una persona puede ver con total normalidad la comisión de un delito de manera continuada y cuándo es pillado acaba quitándose la vida? ¿Cúáles son los mecanismos que en un principio le llevan a aceptar como algo normal la comisión del "pecado" para posteriormente, en muchas ocasiones en un tiempo muy corto, "arrepentirse" de ello y quitarse la vida?
Es evidente, que en esta segunda hay una inexactitud, que he entrecomillado. Creo que el individuo no se arrepiente del acto cometido; más bien teme lo que le espera en un futuro.
Entonces la pregunta es otra: ¿por qué no preveyó que sus actos le podían deparar unas desagradables consecuencias si era atrapado? 
La respuesta parece clara: en ese momento la sensación, real o figurada, de impunidad ampara las actuaciones del individuo. 
Pero una vez más surge una pregunta: ¿cómo llega alguien a apropiarse internamente de esa sensación de impunidad? Tal vez aquí esté el meollo de la cuestión.
Seguramente un psicólogo, tal vez social, pueda dar una respuesta acertada, yo considero que hay tantas respuestas como personas, pero intuyo que en todos los casos hay dos denominadores comunes: el entorno que rodea a la persona y las características psíquicas de esa persona.
Es evidente que si a muchos de nosotros nos hubieran propuesto realizar esas prácticas nos hubiéramos negado, al menos a priori, pero, es igualmente obvio, que para otras personas este tipo de actuaciones no suponen un problema, e incluo pueden llegar a pensar que con su actuación están favoreciendo a otras personas. Por tanto podemos encontrar una especie de "predisposición", que curiosamente choca con su respuesta final cuando se ve atrapado.
Pero para que una persona de el paso, se adentre en la prohibido, tiene que existir un entorno que le empuje a ello y que le "asegure" que está realizando lo correcto y no sólo eso, también le "aseguran" que sus actos no tendrán castigo alguno en el futuro.
¿Cómo una persona que finalmente puede quitarse la vida cuando es pillado entra en ese bucle? ¿Cómo puede "dejarse embaucar" voluntariamente en tal situación? Esa es la pregunta que me surgió ayer cuando escuché la noticia y que me sigue dando vueltas en la cabeza. 
Sigo sin tener la respuesta exacta a tal o tales preguntas, pero intuyo que detrás de todo ello hay un hecho innegable: somos seres humanos, terriblemente perfectos para algunas cosas y terriblemente imperfectos e impredecibles para otras.
Un saludo.

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