martes, 25 de enero de 2011

EL TONTOCOJONISMO

Una de las personas por las que siento cierto aprecio, aún sin conocerle personalmente, es un pediatra llamado Carlos González. Este señor ha hecho una aportación "fundamental" a la vida de nuestro país: considerar que los bebés y los niños son personas. 
¡Pues vaya! podrá considerar alguien, ¡este tipo ha descubierto en pleno siglo XXI el Mediterráneo!
Sinceramente, este señor no ha descubierto nada. Su gran mérito es recordarnos que los bebés no son las palomas de Skinner, predecesor y sistematizador de los conocimientos aplicados por Estivill en su diversos libros. Su gran virtud es recordarnos que nuestros hijos son personas que necesitan cariño, comprensión y nuestro tiempo. La verdad es que mal tiene que andar el patio cuando una persona se hace famosa, al menos en ciertos ámbitos, por enunciar algo tan obvio.
El señor Carlos González tiene una legión de seguidores en España, entre los que me incluyo, por incidir en lo obvio: la importancia de mirar y comprender al pequeño ser humano que denominamos bebé o niño. 
Hete aquí que Carlos González ha tenido a bien lanzar su enésimo libro, cuyo tema central son la vacunas, para escándalo de sus seguidores más radicales. ¿Vacunas? ¿Escándalo? ¿De qué hablamos? ¿Estamos locos? ¿Es Belén Esteban un extraterrestre?
Veamos de que hablamos. Una parte, nada baladí, de los seguidores del pediatra consideran que las vacunas son algo así como un invento del maligno o de las multinacionales farmacéuticas ( a veces tanto da) y que la crianza natural de los niños debe huir de tales fármacos preventivos. 
Uno no es precisamente indulgente con la industria farmacéutica y en este mismo blog ha denunciado alguna vacuna por sus negativos efectos, pero de ahí a negar la eficacia de vacunas como la de la viruela, si mal no recuerto erradicada del globo, enfermedad con una altísima tasa de mortandad, hay un paso muy serio. Es más, el autor creo que sigue la línea de un uso racionalizado de las vacunas (intuyo que estaría en contra de vacunar, si fuera posible, contra el futuro acné juvenil de los niños).
Pero el tema de hoy no es el ultimo libro del pediatra. El asunto que intento tratar en esta entrada es, ni más ni menos, el hecho de como una idea tan justa, considerar a los niños como seres humanos con necesidades, ha derivado, para algunos, en una necesidad de volver a una época, vete tú a saber cual, en la cual los niños se criaban pretendidamente sanos sin la necesidad de tantas cosas.
Evidente y justamente, los niños necesitan cariño, pero ¿es tan evidente que ese cariño se convierta en el eje de la vida de ciertas personas? ¿Es tan evidente que a un hijo sólo le pueden proteger sus progenitores?...
¿Cómo narices una idea tan humana se convierte en una especie de alienación? Esa sería la pregunta total, la que resume todo lo que deseo transmitir.
Desconozco como funciona ese proceso de conversión, pero sí intuyo algunas de las consecuencias de esta toma de postura en este caso y en otros, multitud, similares, entiéndase el caso de seguidores acérrimos o extemistas de religiones, teorías políticas, económicas...
Lo primero que hace el individuo que adopta estas posturas es, aplicando su potestad de decidir, adscribirse a estas teorías "salvadoras", eso es obvio. A cambio renuncia a algo tan importante como la capacidad de sondear posibilidades complementarias que mejoren los postulados de partida (considero que el ser humano es tal, entre otras cosas, por el hecho de conocer y experimentar con mejor o peor resultado, nuevas posibilidades vitales; si esto no hubiera ocurrido seguiríamos vistiendo con pieles, recolectando frutos y cazando con palos). Pero no sólo renuncia a sondear otras posibidades, posiblemente más realistas. Para mantener sus posiciones, inflexibles y contradictorias en muchas ocasiones, renuncia a algo más importante, al menos a mi me lo parece, el contacto real, empático con otras personas. Los seguidores doctrinarios no consideran, generalmente, a los que no opinan como ellos personas, al menos no personas en el sentido lato de la palabra. Son incapaces de entender que otros seres humanos pueden tener preocupaciones,  ideas (equivocadas o acertadas), inquietudes que desean compartir con otras personas y que este acto de comunicación está preñado de sentimientos. La negación de tal hecho es negar a los demás que son seres humanos; es deshumanizar a los que no piensan como ellos, llegando en algunos casos a retratarles como enemigos por el mero hecho de querer hacer algo tan humano como comunicar sus ideas. En el fondo, volviendo al primer ejemplo, es olvidarse de que no sólo los niños son personas, también los adultos, aunque no piensen como ellos, son personas. Para estas personas lo más importante no son sus iguales, lo trascendental es que sus teorías sean válidas. 
Uno piensa que nada es válido para siempre y en todos los contextos y voy a poner un ejemplo al respecto que lo ilustrará. Imaginemos que entran unos tipos malos, muy malos en nuestra casa y nosotros tenemos una pistola a mano, no es mi caso, pero no se lo digáis a los malos. Estos malos, malosos van a agredir a vuestro/s hijo/s. ¿Cuál será nuestra respuesta? Seguramente, vaciar el cargador del arma. Cualquiera de nosotros, seguramente, siente repugancia ante el hecho de que una persona mate a otra, pero ¿qué ocurre cuando las circunstancias varían y nos encontramos en una encrucijada como la anteriormente expuesta? Las circunstancias son las que, en muchos casos, determinan que es lo correcto y lo incorrecto, no nuestra voluntad y moral previa.
Todos estos movimientos salvadores generalmente tienen un nombre y un apellido que siempre es idéntico, ismo. Yihadismo, liberalismo, socialismo, comunismo, mesianismo, fascismo... Pues bien, yo he bautizado a este tipo de intransigencia humana con el poco correcto nombre de tontocojonismo.
El tontocojonismo no es endémico de ningún país ni de ninguna lugar en concreto, creo que se trata de algo consustancial al ser humano. Tal vez una versión hispana del mismo sea aquellas cosa, insustancial y difusa, que responde al nombre de lo políticamente correcto, pero en el fondo no es una variedad más de un hecho universal.
Me gustaría terminar con un ejemplo de tontocojonismo que me pasó este sábado. Hablando con un amigo de economía, no me apetecía lo más mínimo, pero, a pesar de mis intentos ,no hubo manera de parar tal tema, mi interlocutor introdujo en su mensaje neoliberal el hecho tan cacareado por los seguidores de Millton Friedman de que un trabajo para toda la vida significaba que el trabajador no rendía como debiera. Mi respuesta fue inmediata: ¿estás diciendo que yo no hago bien mi trabajo? ¿quién eres tú para criticar mi labor docente? La contestación la esperada: no me refería a ti. Hablo en general. Es lo que tiene el tontocojonismo.
Un saludo.


1 comentario:

sara.r.s dijo...

Decirte que me encanta que hayas nombrado al doctor Carlos González en tu entrada. Y sí, dice cosas tan "revolucionarias" como: "tu hijo es buena persona", "la lactancia materna es el mejor alimento para los niños, incluso más allá de los 2 años". Los títulos de sus libros son muy descriptivos de su filosofía y de su posicionamiento respecto a muchos aspectos de la crianza: "Bésame mucho", "Mi niño no me come",.... .
Este libro sobre las vacunas traerá cola, pues hay una gran tendencia actual de personas (padres en su mayoría, también madres, hablo de padres en el sentido genérico) que están en contra de los calendarios de vacunación. Y este libro no les caerá tan bien como los demás del mismo autor.
La polémica está servida.