domingo, 2 de enero de 2011

YO NO QUIERO TENER UNA FÁBRICA DE ROBOTS

¡Joder, qué mala suerte! Mi hijo es un poco Asperger, hiperactivo y encima está enmadrado. Bueno se me olvida, como aspecto positivo, que para algunas profesionales de la educación su nivel intelectual está por encima de la media.
Todas estos certeros diagnósticos, especialmente los negativos, los he escuchado durante este último año y medio de boca de diferentes personas, en contextos diferentes y perpetrados por seres humanos con diferente preparación en el campo pedagógico. La verdad, para no llevar a engaño al lector,  es que me la sudan estas contribuciones impagables sobre la infancia; yo conozco a mi hijo y sé como es y lo que espero de él. Pero me preocupa la facilidad con la que tendemos a etiquetar a los niños. Sería absurdo si dijera que no utilizamos etiquetas para calificar nuestro entorno, especialmente a las personas con las que tratamos, pero clasificar a pequeños por un rasgo, generalmente despectivo, me genera, no ya rabia, más bien ira. Me vuelve a demostrar, una vez más, que vivimos en un mundo despersonalizado, donde cuenta más un ideal hacia el que tender que la realidad de las personas: pluridimensional y enriquecedora.
No sé que coño perseguía la persona que ayer me dijo que mi hijo estaba enmadrado, tal vez dar un ejemplo certero de su capacidad de diagnosticar situaciones totalmente desconocidas para ella, pero me jodió en exceso tal certeza. Como he dicho, sé lo que es mi hijo y sé que desea estar con sus padres. Le encanta jugar con nosotros y, en muchas ocasiones busca llamar nuestra atención, de lo cual me alegro, pues eso significa que sabe que puede contar con nosotros cuando quiere jugar, cuando quiere mimos o cuando necesita estar entre nuestros brazos para superar las penas de sus , úlitmamente, escasas enfermedades. Pero también sé que mi hijo pregunta continuamente porque ocurren las cosas, porque hacemos esto o lo otro o porque no podemos hacer algo. En resumidas cuentas, que no es un objeto pasivo ante las decisiones de los adultos.
Tal vez para mucha gente esto último sea el ideal:  la falta de curiosidad o iniciativa ante las situaciones que rodean al niño, especialmente ante los acontecimientos de su entorno social, facilitan mucho la labor "educativa". Pero lo siento, estamos criando un hijo para que moleste, para que emita opiniones, para que diga que nos hecha de menos cuando esto ocurra (mi hijo no llora cuando le dejamos con los abuelos o las tías, pero pregunta por nosotros), estamos creando un ser humano como dice la canción: pequeñito, pero firme. Lo siento, estamos criando un hijo sobre el que volcar nuestro amor, demostrándoselo, y enseñándole a demostrarlo a él también. 
Sinceramente, si hubiéramos querido criar algo de otra manera no hubiéramos dudado en plantar un árbol y regarlo de vez en cuando. Es mucho más fácil, y si es un frutal encima nos ahorrábamos una pasta.
Tal vez lo más importante de toda la entrada venga a continuación por lo que espero ser claro y preciso con lo que deseo transmitir.
Estamos acostumbrados a que las personas se adapten a nosotros, especialmente aquellas sobre las que tenemos un mayor poder (a nadie se le ocurre que el jefe se adapte a uno) y existe una tendencia, simplista y triste, que busca amoldar a las personas a nuestra forma de entender la vida. Cuando esto ocurre con pequeños, que obviamente no se mueven en las mismas coordenadas cognitivas que los adultos, estamos renunciando a algo importante: inmiscuirnos en su pequeño mundo, ganándonoslos para luego poder disfrutar conjuntamente de otro ser humano, más pequeño que nosotros, pero igualmente ser humano. Tal vez, estemos perdiendo algo de lo más bonito de este competitivo mundo: adentrarnos en el pequeño universo de los peques, aportándoles nuestra forma de ver el mundo, comportándonos con ellos como un igual, que, casi seguro, es lo que esperan los niños de los adultos en situaciones de ocio.
Sé que últimamente hablo demasiado de mi hijo y del mundo de los peques. Tal vez sea el año recién estrenado, este virus estomacal que sucedió al que me produjo la gripe, que me hago viejo o que parte de la visión que tengo del mundo la realizo a través de mi hijo, pero considero necesario verter en estas líneas lo que se me pasa últimamente por la cabeza, por considerarlo extremadamente importante.
Un saludo.

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