jueves, 13 de enero de 2011

NO HAY QUE DAR NADA POR CIERTO

Una vez más me siento ante el ordenador con la sensación de que hay pocas cosas que contar en esta página. Sin embargo, en líneas generales, cuando esto ocurre suelo acabar escribiendo cosas de las que ,al menos yo, me siento satisfecho. Espero que al lector le ocurra lo mismo.
No se trata tanto de no tener temas sobre los que tratar. Más bien podemos hablar de temas que aún no he madurado, ideas que no han cobrado la forma necesaria para exponer con toda la profundidad que este bloguero considera necesaria.
Este es el caso de lo que a continuación voy a exponer. Tal vez, lo que considero falta de definición provoque que acabe atormentando al lector con una próxima entrada, donde haya sido capaz de llamar a cada cosa por su nombre, pero a fecha de hoy, áun teniendo claro lo que deseo exponer, no he sido capaz de conceptualizar todo aquello que deseo contar. Pero entremos en harina y veremos lo que sale.
Todo lo que voy a tratar hoy viene motivado por una anécdota acaecida ayer, mientras desarrollaba mi trabajo. Les pongo en antecedentes: uno de los alumnos con los que trabajo considero que tiene unas lagunas educativas muy acentuadas, al menos así lo contemplo yo. Sin embargo considero, es parte de mi esencia como docente, que no todos esos déficits provienen de la capacidad cognitiva del/ de los alumno/s y, una vez más, ayer me puse manos a la obra y mediante estrategias que no vienen a cuento intenté estirar la goma, más que nada para saber hasta donde podía llegar la goma. Bien, tras un rato de paciencia llegaron los resultados que grosso modo son los siguientes: el alumno contesta y luego, ante la insistencia del profesor, si lo tiene a bien se preocupa por lo que le han preguntado (este aspecto ya lo había comprobado con anterioridad y lo tenía muy claro, pero, en segundo lugar, tal vez lo más importante, me di cuenta de que el alumno no mostraba especial interés por realizar las tareas de manera adecuada. En otras palabras: se la traía al fresco realizar bien o mal las actividades.
No voy a entrar en consideraciones etiológicas sobre tal actitud, posiblemente lo único que haría sería especular y a estas horas no me apetece lo más mínimo; lo fundamental del tema es que el alumno y yo no compartíamos un valor que se da por hecho: la importancia y la satisfación personal que, al menos en teoría, conlleva la realización correcta de las tareas encomendadas. Curiosamente, este aspecto que parece intrínseco al joven por el mero hecho de ser alumno no es tan intrínseco como nos pudiera parecer. 
Alguien podrá decirme que no he descubierto nada nuevo. Tal vez, pero creo que faltan datos para poder comprender en toda su extensión lo que quiero exponer.
El alumno, que acaba de iniciar la secundaria obligatoria, no pertenece a macarras sin fronteras, todo lo contrario, no es conflictivo, sus compañías no son los descendientes de Atila, ni se le puede aplicar ninguno de los estereotipos que pululan por los medios aplicados a jóvenes que pasan de todo.
Es más, realmente yo soy tutor de una clase donde el estereotipo anteriormente expuesto es el predominante y más cuando he/hemos conseguido, no deseo obviar el buen trabajo realizado por mi otro compañero en estas lides, que estos objetores escolares se vinculen a las clases en mayor o menor medida. 
Volviendo al tema, es curioso como presuponemos que lo más básico, en este caso el valor de atribuir satisfación a lo bien hecho, siempre se da en los demás, en este caso en el alumno, pero la realidad nos demuestra, a poco que hurguemos que lo que para nosotros es un pilar básico de nuestra existencia, para otros no es más que algo anecdótico y circunstancial.
Tal vez este error, que no sólo ocurre en la educación, esté más extendido de lo que nosotros creemos y más cuando la mayoría de valores con los que funcionamos son teorías implícitas (si nos preguntaran por qué tenemos esos valores, o incluso a veces cuales son, tendríamos muchas dificultades para explicarnos y sobre todo para justificar de manera coherente sobre la validez de esos valores y no de otros). Sin embargo, nosotros seguimos y seguiremos pensando que todos tienen que compartir unos valores que consideramos universales y que por tanto vienen de serie en los seres humanos como los frenos ABS.
Espero que esta disgresión haya resultado interesante al lector. Tal vez más adelante profundice en ello, lo ignoro, pero creo que lo que pretendía exponer a quedado meridianamente claro.
Un saludo.
 

2 comentarios:

todoloves dijo...

Hola, soy otro docente.Quizás la reflexión que podrías desarrollar un poco más debería estar relacionada con la significatividad de los aprendizajes que estás fomentando en tus clases: a mayor distancia con que es considerado como significativo, interesante o valioso para tu alumno menos conseguirás engancharlo. Por otra parte, probablemente la etiología del problema, como comentabas, haya que buscarla muchos años atras, cuando descubrió que los procesos de enseñanza/ aprendizaje en modelos masificados e impersonales como los nuestros, tristemente se basan en la simulación de la enseñanza y el aprendizaje, por ello, la frescura, el interés y la motivación tan preciadas son patrimonio de aquellos en los que concurren las condiciones adecuadas, pero la mortalidad de esos valiosos atributos está, a mi juicio, muy en relación con la ecología, ergo, contaminación, de los contextos y procesos a los que sometemos al pobre humano en desarrollo, que como en el caso de tu alumno, se rebela ante todo eso a la manera de la resistencia pacífica: minimizando el esfuerzo y pasando desapercibido, esto es, asimilándose al mobiliario del aula.

PACO dijo...

Me ha parecido muy interesante tu comentario y espero que podamos seguir conversando sobre el tema en alguna ocasión.
Yo empecé a estudiar Magisterio, aunque ahora trabaje en un instituto, en 1990, concretamente en ocubre. Como bien recordarás el 3 de octubre de 1990 fue cuando se publicó la LOGSE, por lo que todo lo que cuentas lo he mamado desde su inicio.
Sin embargo la intención de mi entrada de hoy no era exponer un caso que me tenga desesperado, no es así, hoy mismo hemos vuelto a hablar, una vez más, su profesor de Mates y yo, que le doy apoyo, para reforzar al alumno.
Como he dicho, o creo haberlo dicho en el artículo, no considero que ningún chaval sea "tonto", simplemente, por lo que sea, no les interesa lo que hacen dentro del sistema educativo.
Sin embargo, el objetivo de lo escrito hoy nada tiene que ver con conceptos pedagógicos o didácticos. Más bien se trata de resaltar algo mucho más importante: muchas veces nos olvidamos mirar dentro del alumno.
El aprendizaje signiticativo, que como bien sabrás además del aspecto afectivo/emocinal tiene uno cognitivo, el modelo de aprendizaje basado en el discurso unidireccional, las enseñanzas descontextualizadas (que como bien sabrás son inherentes al aprendizaje formal, e incluso al semiinformal) o todo lo que queramos exponer no son los únicos males de la educación. Es más, tal vez el mayor mal de la educación sea que no miramos dentro de los chavales. Consideramos que nuestra verdad es la verdad universal, nuestros métodos los mejores y que somos unos machotes, pero nos olvidamos de que enfrente tenemos seres humanos que aman, sufren, ríen, lloran, piden consuelo en silencio o nos demandan palabras amables ante una determinada situación.
Concretamente, el hecho de que en muchas ocasiones partimos de una verdad moral irrebatible es el meollo del artículo de hoy. No sólo eso, nuestra idea, opinión, fe pedagógica o como narices la queramos llamar no sólo es buena para nosotros, también pensamos que es buena y la única posibilidad real de salvación para los demás. Eso es lo que intento "denunciar" en mi artículo.
Nuestra verdad es nuestra, pero antes de anunciar nuestra verdad al mundo mundial al menos deberíamos molestarnos en mirar dentro de los demás, en este caso de los alumnos, considerando que son algo más que un reto educativo, son, ante todo, personas con sus ideas, necesidades, virtudes, defectos y comeduras de coco.
Eso es lo que quería transmitir hoy. Como dije al principio la idea no estaba madura para lanzarla en el blog, pero sentía necesidad de hacerlo.
Espero que esta respuesta haya servido para aclarar de que pretendía hablar realmente en la entrada de hoy.
Como te dije anteriormente, espero que podamos seguir intercambiando ideas sobre educación, tema que me apasiona. Te aviso: soy bastante ecléctico en este tema y para mi lo más improtante como he dicho es mirar, o la menos intentarlo, dentro del chaval para empezar a trabajar, acompasando mis metas con las necesidades del alumno.

Un saludo